Una frase de la tradición concede reconocimiento al agua por su fructífero papel, ya que tierra mojada es tierra lista para parir a borbotones; pero en esta época de consumos per cápita extraordinarios de víveres y granos que necesitan infraestructuras intactas, la furia de la naturaleza compensa poco con su pluviometría los perjuicios que causa al sembrador y al mercado que espera sus frutos.
La reposición de lo que la lluvia torrencial y ventosa se lleva, como ocurrió a explotaciones agropecuarias de la región Este, no se logra con el simple y espontáneo reverdecer.
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Ahora viene el gran esfuerzo de generar simientes para trasplantes, nivelar terrenos, reponer lotes de fertilizantes, fungicidas y herbicidas dañados por la perturbación; mientras el Estado entra en acción para hacer transitables los caminos, puentes y badenes y asiste con medidas crediticias a los productores agredidos paralizantemente en su solvencia imprescindible.
Una nueva y fuerte presión para el erario y las capacidades institucionales de un Gobierno que muestra decisión de jugar el rol que le corresponde envuelto todavía en evaluaciones y en un proceso de toma de decisiones sobre lo que deberá hacerse para levantar de sus ruinas la extensión de fincas de diversas dimensiones que no escaparon al azote del huracán.
Junto a la asistencia humanitaria está la urgencia de impulsar la reanudación de actividades económicas a campo travieso.