Cuando la moda es una enfermedad

Cuando la moda es una enfermedad

POR ANNA JIMÉNEZ
Es muy chévere estar a la moda y no sentirse al menos en una actividad social. Estar bien arreglados es una característica en todo hombre o mujer civilizados, sin embargo cuando llevar la moda se convierte en una necesidad asfixiante y se suprime hasta la compra de alimentos por llegar a comprar lo que se desea, hay que hacer un alto y hacerse psicoanalizar, pues ese deseo compulsivo se convierte entonces en una enfermedad.

Estar a la moda no es malo, pero no menos cierto es que los excesos igualmente hacen daño. Para conocer los límites es mejor conocer en detalles este tema tan controversial y por ello les describo a continuación los aspectos más importantes a tomar en cuenta.

COMPORTAMIENTO PATOLÓGICO

El llamado “Síndrome de la moda” es el fenómeno más reciente y sobre él se están estudiando gran número de casos en todo el mundo. Los expertos han definido el “Síndrome de la moda” como un comportamiento patológico que se caracteriza por la dependencia creciente del deseo de adquirir ropa y complementos del vestir que no son necesarios, hasta el punto de que los afectados regalan poco tiempo después prendas cuya compra representó un serio quebranto para su economía.

SENTIMIENTO DE CULPA

La mayor parte de los casos estudiados demuestran que la persona adquiere ropa o complementos no solo innecesarios, sino inapropiados para el estilo o la personalidad del comprador, incluso tallas mayores o menores de las que se necesitan. Estas adquisiciones desproporcionadas acarrean sentimientos de culpa, descenso de la autoestima y numerosos problemas con la familia.

ESTUDIOS UNIVERSITARIOS

Las personas más propensas a padecer este síndrome son mujeres entre los 18 y los 35 años con un nivel económico medio-alto y estudios preferentemente medios e incluso universitarios. El culto a la belleza motiva todo tipo de gastos de tiempo, dinero y energía, y no hay mejor forma de demostración del propio estatus que la utilización ostentosa del atuendo.

En cualquier caso, no debe confundirse el consumismo moderado, el de permitirse un capricho que levanta el ánimo en un día desmoralizador con la compra a discreción, que es lo que define el síndrome de la moda.

LOS NIÑOS, AFECTADOS

El problema se complica cuando se trata de niños o adolescentes. Nadie les ha educado ante el consumo y son las principales víctimas y las más indefensas ante el consumismo masivo que bombardea constantemente la publicidad de una u otra forma.

Para empezar, para los niños el dinero no está ligado a esfuerzo personal alguno. Es como el Gran Maná que baja del cielo, se pone en sus manos y les sirve para adquirir algún que otro capricho.

LA NIÑERA ELECTRÓNICA

Los padres pasan poco tiempo en casa y lo solucionan poniendo a la disposición de sus hijos su tarjeta de crédito. Todo mundo sabe que gran parte de los padres usan a la televisión como “niñera electrónica”, que actúa, aparentemente, como un “narcótico” para los niños.

 “La TV rinde culto a la agresividad, el militarismo, la fuerza física, el liderazgo sin trabajo de equipo, sin solidaridad ni respeto”. Bajo la influencia de la televisión, si no es supervisado, el pequeño se hacen irritable, caprichoso, cansado, permanentemente insatisfecho, por lo que busca el consumo compulsivo de refrescos, bebidas, fritura, pastelillos o golosina.

“MÁS ME COMPRAN, MÁS ME QUIEREN”

María José Díaz-Aguado, catedrática de Psicología afirma que los más pequeños “observan el consumo como una manera fácil de conseguir la felicidad. Muchas veces asocian las compras con una muestra de afecto. Más me compran, más me quieren”.

El efecto más inmediato del consumismo repercute de una manera directa en la economía doméstica, pero no es el único perjuicio por el que atraviesa la sociedad, que cae hacia el abismo del gasto industrial y energético. Según el informe del Instituto Worldwatch, el consumismo, que se ha extendido por el mundo debido a la creación de mayor riqueza y la globalización, acarrea graves consecuencias para aquellos que gozan de mayor poder adquisitivo y no contribuye a resolver los problemas de los sectores más indigentes.

ENFERMEDADES DEL CONSUMISMO

El Instituto incluye a la obesidad como “enfermedad del consumismo”. “El mundo consume productos y servicios a un ritmo insostenible, con resultados graves para el bienestar de los pueblos y el planeta”, y agrega que más de 1.700 millones de personas ingresaron durante gran parte del siglo pasado a la “clase consumista” y adoptaron dietas, sistemas de transporte y estilos de vida hasta ahora limitados a Europa, América del Norte y Japón.

Christopher Flavin, presidente del Worlwatch Institute, afirmó durante la presentación del informe, que “el aumento del consumo ha ayudado a atender necesidades básicas y a crear fuentes de empleo. Pero en este siglo, el apetito consumidor sin precedentes destruye los sistemas naturales de los que todos dependemos y hace aún más difícil que los más desfavorecidos satisfagan sus necesidades básicas”, añadió.

Flavin afirmó que los mayores índices de obesidad y deuda personal, escasez crónica de tiempo y degradación ambiental son síntomas de un consumo excesivo que reduce la calidad de vida para mucha gente.

GASTOS CUADRIPLICADOS

El informe señala que el gasto para la adquisición de bienes y servicios se cuadruplicó entre 1960 y 2000, un periodo en el que aumentó en más de 20 billones de dólares.

Además, sólo un 12 por ciento de la gente que vive en Norteamérica y Europa occidental es responsable del 60 por ciento de ese consumo, mientras que los que viven en el sudeste asiático o en África al sur del Sahara representan sólo un 3,2 por ciento.

Según los directores del proyecto, Lisa Mastny y Brian Halweil, en las últimas décadas el consumismo de los más ricos, y ahora de las clases medias, ha ido más allá de la intención de saciar necesidades o incluso ansias.

Para el Worldwatch Institute, el ejemplo clásico de país consumista es Estados Unidos, donde hay más automóviles que personas autorizadas para conducirlos. Pero esto no significa que los estadounidenses sean más dichosos, ya que sólo un tercio de ellos dijo, en la encuesta efectuada para el estudio, que vive “muy feliz”. Esa cifra es casi igual a la de 1957, cuando sólo disfrutaban de la mitad de su riqueza actual.

El creciente consumo en el mundo industrializado y en los países en desarrollo es más de lo que nuestro planeta puede soportar, señala el Worldwatch Institute. Los bosques, las tierras agrícolas, las selvas y los territorios vírgenes disminuyen para dar espacio a la gente, las casas, los centros comerciales y las fábricas, señaló.

Según Halweil, el consumo no es intrínsecamente negativo.

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