Cuando la política era un deber de dignidad

Cuando la política era un deber de dignidad

En días recientes, desde nuestro Cardenal López Rodríguez, hasta los más prestigiosos periodistas de radio y televisión, pasando por el discurso del empresario Franklin Báez Brugal, ha sido generalizada la queja sobre los niveles de corrupción en nuestro país y sobre el deterioro en la práctica de la política.
Pero no siempre esa política se manejó en forma vil. Los que contamos con cierta edad y sabemos un poco de historia recordamos varios ejemplos:

1. Cuando en 1962 tuvieron lugar las primeras elecciones libres en más de treinta y ocho años, la Junta Central Electoral (JCE) de entonces, presidida por gente muy honorable y apolítica, exigió que antes de celebrarse la mismas toda persona que estuviese optando por ser candidato a una posición pública, pero al mismo tiempo desempeñase un cargo público, renunciase a ese cargo. Todos lo hicieron, más de cien candidatos, la mayoría de ellos de la Unión Cívica Nacional (UCN), partido que había auspiciado la creación del gobierno de entonces, el Consejo de Estado, es decir del partido del gobierno. Hoy día, en gran contraste, ningún candidato renuncia, ya sea candidato a la presidencia, a la vicepresidencia, al Congreso, a las alcaldías o a las municipalidades.

2. Cuando en el gobierno de Juan Bosch su Ministro de Industria y Comercio fue sometido a la justicia por un político opositor, acusándolo de corrupción, el presidente Bosch le ordenó renunciar, para que así se presentase ante esa justicia sin ostentar un cargo oficial. Por cierto, una de las primeras disposiciones del gobierno de Bosch fue reducir los altos sueldos de los principales funcionarios, así como también rebajar fuertemente la nómina del servicio exterior.

3. En 1962 los alcaldes y regidores eran personalidades prominentes, no políticas, quienes manejaron ejemplarmente las finanzas de las principales ciudades como Santo Domingo y Santiago y los regidores no cobraban por sus servicios.

4. Durante los doce años de Balaguer la hoy muy cuestionada Oficina Supervisora de Obras del Estado (OISOE) la manejó el Ing. “Bebecito” Martínez. Sus hijos, hoy día, para poder sostenerse tienen que aceptar cargos de segundo nivel en el gobierno. Los recientes ex directores de la OISOE Félix Bautista y Miguel Pimentel Kareth, están hoy bajo la lupa, por corrupción.

5. Los miembros de la Junta Monetaria y de otros organismos autónomos en el pasado no cobraban por participar en las sesiones. Hoy día, en INDOTEL, por ejemplo, esos pagos son bien jugosos.
6. Julio Sauri administró la CDE durante una década y al retirarse vivió modestamente en base exclusivamente a su pensión.

7. Salvador Ortiz durante años desempeñó importantes cargos en el área económica y azucarera. Al morir su viuda tuvo que pedirle al Banco Central que le comprase su biblioteca para poder mantenerse.

8. La Junta Central Electoral era manejada por personalidades apolíticas, no vinculadas a un partido, como fueron los casos de César Estrella Sahdalá, Juan Sully Bonelly, Emilio de los Santos, Manuel Ramón Morel Cerda, Manuel Joaquín Castillo, Julio César Castaños y Jorge Subero Isa.

Podrían citarse más ejemplos de la segunda mitad del siglo XX como los anteriores. ¿Qué ha pasado entonces en este siglo XXI? ¿Por qué tanta corrupción? ¿Por qué tanta ostentación de lujo? ¿Por qué tanta ambición para lograr cargos públicos si no es para lucrarse aún más? Antes se iba a la política a prestar servicios, ahora constituye el medio más expedito para el enriquecimiento ilícito.

Cuando a finales del siglo XIX el apóstol José Martí viajó con una recua de mulos desde Santiago de los Caballeros hacia Montecristi, en su famoso diario escribió que le estuvo explicando al que manejaba esa recua, un descendiente de los fundadores de San José de las Matas, sus ideas para libertar a Cuba del yugo español.

El campesino, obviamente un filósofo rural, le manifestó al final de esa explicación que sobre política él no sabía mucho, pero que entendía que eso de la política era “un deber de dignidad”. ¿Cuándo dejó de ser digna nuestra política? Eso también se preguntó uno de los personajes de Mario Vargas Llosa en una de sus primeras novelas: ¿en qué momento se jodió el Perú?”

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