Cuando la realidad se convierte en noticia

Cuando la realidad se convierte en noticia

MARTHA PÉREZ
«Asesinan 19 mujeres en seis meses»; «Detienen a grupo que llevaba heroína»; «Continúa en estado de coma menor herida por bala perdida»; «Atracan tres en autopista y les roban»; «Está desaparecido desde…»; «Encuentran cadáver en…» son algunos de los alarmantes titulares de este año en los medios de comunicación informando acontecimientos del día a día sucedidos en cualquier lugar de nuestra amada República Dominicana.

Esos hechos, entre otros que completan un rosario de barbarie son descriptivos de la realidad que vive la sociedad dominicana desde hace un tiempo; y que como dijimos en un artículo anterior, sólo llaman la atención cuando sobrepasan los «límites permitidos». Esos hechos, forman parte de la cotidianidad de nuestros barrios, donde escuchar un disparo a cierta hora del día o la noche es tan natural como realizar las necesidades fisiológicas. Y los moradores lo saben; y en muchos casos conocen y/o identifican a los protagonistas; y los ubican, pero ¡ay! de aquel que pretenda «informar» o denunciar a esos «amos» de callejones, calles, cuadras y barrios enteros a cuyos moradores someten a las más viles formas de amedrentamiento y de terrror, al extremo de que ponen a humildes mujeres, sin importar la edad y/o adolescentes, a guardar sus «herramientas» (armas de todo tipo y hasta drogas) en sus hogares a cambio de «protegerles» o de no cometer agresiones contra ellos o sus familiares. Así, compran el silencio y su protección. Por eso, cuando efectivos policiales que realmente van a cumplir la misión encomendada se presentan a esos lugares, nunca los encuentran y en su lugar casi siempre pagan por hechos ajenos gente inocente que a veces son las propias víctimas de fugitivos; cuando los efectivos policiales que van a «cumplir» la misión encomendada han sido –de alguna forma– maleados por ellos –como denuncian algunos moradores barriales–, entonces esos héroes del desasosiego barrial se las arreglan y mudan a otros espacios para «enfriarse».

¿Qué está pasando? Que todas las puntuales iniciativas de los organismos policiales parecen dar en el vacío y no en el blanco, dejando en ocasiones una tela de juicios e interrogantes en la opinión pública que no solo desacreditan la labor de estos cuerpos del orden, sino la historia y trayectoria de muchos barrios y la honestidad de su gente. Ocurre, sencillamente, que la realidad delincuencial y la violencia intrafamiliar siguen formando parte de la cotidianidad mediante una negociación que necesariamente no involucra dinero; que la gente tiene temor a ser agredido por informar y/o denunciar por el canal correspondiente, ni medios de comunicación ni policía, sobre todo las mujeres, que además sienten otros temores (discriminación y amenazas); que los victimarios, esos que se gozan de sus fechorías, tienen distintos orígenes, composición, objetivos y «padrinos» que hay que desentrañar a la hora de perseguirlos, arrestarlos y someterlos a la justicia, a fín de acabar con la red y bandas diseminadas por doquier. Y cuando la realidad se convierte en noticia, entonces se pretende distribuir la responsabilidad institucional asignando siempre la mayor cuota al gobierno en su incapacidad para enfrentar la delincuencia, lo que consecuentemente va a parar a los jefes de las Fuerzas Armadas y de la Policía Nacional u otras autoridades. Por eso, dependiendo de los orígenes, composición, objetivos y padrinos de los bandoleros, sumados a las circunstancias y coyunturas sociales y políticas, la delincuencia, como noticia, puede ser o no enfrentada y bajar o subir su nivel de ocurrencia. ¡Cuidado con eso!

Enfrentar la delincuencia, los hechos de sangre, incluida la violencia intrafamiliar, no es solo una labor del gobierno y sus instituciones correspondiente; la ciudadanía juega en esto un papel importante, porque se constituye en la víctima directa de los hechos delincuenciales y en el espectador por excelencia de los mismos; por tanto, la información o denuncia de un hecho es un aporte relevante en la ardua tarea de afrontar este mal que nos corroe; ahora bien, esta actitud ciudadana debe estar acompañada de una respuesta ágil de los receptores de la información o denuncia, ya sea medios de comunicación u organismos del orden y/o de seguridad ciudadana. Muchas veces se es testigo ocular de un hecho y no se denuncia; otras veces se hacen las denuncias y no son atendidas a tiempo; lo que demanda mayor conciencia a todos los niveles involucrados y de voluntad institucional y social, para encausar acciones conjuntas con sentido de colaboración que puedan revertirse favorablemente con acciones que permitan exhibir soluciones concretas frente a un mal que podría convertirse en endémico para nuestra sociedad, mientras no se decida enfrentar desde la realidad y antes de que ésta se convierta en noticia.

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