Cuando la red falla y la vida se vuelve vacía

Cuando la red falla y la vida se vuelve vacía

Todo sucedió de repente. La d y la r desaparecieron y dejaron en su lugar una fecha aburrida, sin vida, que calla pero anuncia a gritos la peor de las realidades: el teléfono no tiene internet.

Twitter fue así un espejismo durante horas. La incomunicación fue total y la gente, desesperada, de repente no sabía qué hacer con esas horas que le parecían muertas, estériles, insufribles.

Tras ver los efectos de lo que ha significado el colapso de la red RIM, o lo que es lo mismo la degeneración de los BB, uno no puede más que lamentar que de repente esos aparatos hayan terminado robándonos el espíritu y la vida de una forma tal que hemos terminado suplantando nuestra inteligencia por la de ellos. Porque, ¿cómo se explica que la gente ya no recuerde cómo se vivía antes de los BB?

Confieso que yo leía tranquila mientras RIM colapsaba. Me di cuenta horas después. Y ayer, mientras aún no había red, me di el lujo de hablar muchísimo con alguien. ¡Qué agradable resulta recuperar la conversación, escuchar una voz, ser más que una mera letra en un aparato frío y calculador!

Sé que nuestras vidas nunca serán iguales que antes. Hoy también tenemos tabletas y mañana seguirán apareciendo aparatos que nos harán más inútiles y dependientes de la tecnología. A pesar de ello, les invito a pensar en lo mucho que perdemos por vivir de cara a ese mundo virtual que, aunque interesante, nunca debe reemplazar al real. Volvamos a disfrutar lo sencillo. Seamos más libres, más personas. Revisémonos y pensemos en lo intoxicados que estamos. Tomemos vacaciones. El alma lo agradecerá. 

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