Cuando la traición acecha

Cuando la traición acecha

El 6 de julio del 2003, cuatro meses después que Bush ordenara la invasión de Irak, el ex embajador de los Estados Unidos en la República de Níger , Joseph Wilson, escribió en la página editorial del New York Times un reporte titulado “Lo que yo no encontré en África”.

Una semana después, el famoso analista político (fallecido) Robert Novak reveló en su columna del Washington Post que la esposa del ex embajador Wilson, Valerie  Plame, era un agente encubierto de la CIA.

La  revelación pública, de esa información secreta , fue el detonante para una investigación federal que terminó en un juicio criminal y condena del jefe de gabinete del vice presidente de los Estados Unidos Dick Cheney, el señor  Lewis “Scooter” Libby. Además, detonó una demanda civil de los esposos Wilson contra altos funcionarios de la administración del Presidente Bush.

Aquello fue un terremoto fulminante a la carrera de Plame, cuando la identidad de un agente encubierto queda al descubierto, su carrera se derrumba. Plame era una especialista en armas de destrucción masiva y su esposo – ya  en retiro cuando hizo la investigación  – había sido contratado por la CIA para investigar una denuncia de la inteligencia inglesa de que Níger en África estaba vendiendo uranio a Irak.

Cuando el embajador Wilson reportó que no encontró evidencia en su viaje de investigación a Níger, se soltaron todos los demonios, pues como se sabe, la administración de Bush estaba buscando evidencias para justificar los motivos para invadir a Irak.

De hecho, la invasión contra Irak se lanzó  alegando, entre otras cosas, que Irak poseía armas de destrucción masivas. Hasta la ONU indicaba que  no había evidencias contundentes. Todo el mundo conoce las consecuencias. A diez años de esa guerra, los daños económicos y bajas humanas causados a ellos y a los Estados Unidos son inconmensurables.

El señor Libby fue encontrado culpable de los delitos de perjurio, falso testimonio y obstrucción de la justicia, siendo condenado a una prisión de 30 meses y al pago de una multa de 250 mil dólares, sin embargo, el presidente Bush el 2 de julio del 2007, usando su autoridad ejecutiva, conmutó la prisión y otorgó un perdón presidencial, alegando que  la condena a él  como presidente  le había parecido excesiva.

En realidad, el proceso fue histórico, pues que se recuerde, no existe precedente que el personal de la rama ejecutiva filtre la identidad secreta de un agente encubierto de la Agencia Central de Inteligencia.

Todo esto como un acto de soberbia y  retaliación  política, por haber osado su esposo  contradecir la decisión de la Casa Blanca de afirmar que Irak estaba comprando uranio a la República africana de Níger.

Este julio se cumplen diez años de ese escándalo que estremeció la Casa Blanca. En ese momento había escrito, en el ya desaparecido periódico Clave Digital, un artículo donde analizaba los aspectos más relevantes del caso y, pronosticaba que eso terminaría mal y que habría serias consecuencias para los infractores.

En el año 2007, Valerie Plame escribió un libro, titulado Fair Game, y también se filmó una película titulada con el mismo nombre.

Extraordinario film protagonizada por Naomi Watts en el papel de Valerie y Sean Penn en el papel del embajador Wilson.

Es increíble los desaciertos de la Administración republicana de Bush, que para justificar una guerra absurda, llega a los limites de hasta traicionar a sus propios y valerosos agentes que arriesgan sus vidas en mantener la seguridad de todos.

Esa acción no sólo puso en riesgo la seguridad de un agente encubierto, sino en peligro también,  muchas acciones encubiertas que habían en curso. Además, dejó en la intemperie y picota los dobles agentes en países extranjeros que cooperaban con nosotros.

La mejor definición del caso Plame la hizo el ex gobernador y pasado senador (D ) de Nebraska  Robert “Bob” Kerrey, que siendo vice presidente del Comité Selecto de Inteligencia del Senado de los Estados Unidos, declaró con respecto al caso Plame:  “Entré los riesgos que pasan nuestros hombres y mujeres que voluntariamente sirven a las agencias de inteligencia de nuestra nación, son aquellas que se derivan como consecuencias del juego político. Esta historia nos muestra qué tan fuerte son los deseos de servir y que peligrosos son las minas implantadas en los terrenos de Washington. Valerie Wilson sirvió de voluntaria durante la guerra fría, y pensó que podía esperar ser traicionada por el enemigo, pero no por nosotros”.

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