No importa el contexto, ni la situación, ni el escenario; la violencia no tiene cabida ni justificación. 98 feminicidios ocurrieron entre enero y agosto 2021, durante el mismo periodo 78 niños y niñas quedaron huérfanos fruto de la actuación intencionada en la que un hombre hace uso de la fuerza, poder físico o psicológico contra otra una mujer, ocasionando lesiones, muerte o daños permanentes a sus vidas y las de sus familias.
En nuestra sociedad están muy vivas las acciones donde las mujeres somos sistemáticamente ultrajadas en todas las formas, siendo la más cotidiana las expresiones y acciones micromachistas. Si bien, no vivimos en un mundo ideal, a
sabiendas de que la convivencia social implica aprender a coexistir con otros y las desavenencias serán muchas; decidir a qué nivel nos afecta y como resolverlo es algo que está totalmente en nuestras manos.
Sin duda muchos factores externos nos van a lastimar, nos entristecerán, causarán dolor a nuestros seres queridos y nuestra naturaleza nos impulsará a protegerles, defenderles, a alejarles de ese sufrimiento, pero ¿Cuál es la manera
en la que debemos mostrarle a los demás que eso que hacen nos afecta? Nuestros actos tienen consecuencias y en nuestras manos está la decisión del camino a tomar.
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Lo vivido en los Oscar entre Chris Rock y Will Smith, -que dicho sea de paso la atención y el protagonismo quedó una vez más reducida a los hombres y la violencia entre ellos-desmitifica varios estereotipos sobre la violencia, pero también la perpetua mostrándola en un escenario donde estuvieron puestos los ojos del mundo. En tan solo unos minutos abundaron elementos que tanto hemos discutido y que dan cuenta de que aún falta mucho por cultivar en la búsqueda de una sociedad sin desigualdades de género y en donde la violencia se legitima. Es lamentable como en nuestra cultura golpear a otro hombre es un mandato de masculinidad; enseñamos erróneamente a nuestros niños a que esa es la forma de resolver sus desavenencias.
“Así es como lo hacemos”, escribió en su cuenta de Twitter el hijo Will Smith una vez ocurrido el hecho y así de lamentable es: los niños, adolescentes y jóvenes aprenden y reproducen que con violencia es como se construye su identidad y su masculinidad, que esa es la única manera de ser hombres, ejerciendo fuerza física por sobre otros. Cuando de niño ves a adultos golpeándose provoca la creencia inconsciente de que tienes derecho a utilizar la violencia para poner límites a los demás.
Esto debe provocar diálogos, análisis e invitarnos a reflexionar una vez más en el arduo camino que nos queda por delante como sociedad y el desafío que enfrentan nuestras escuelas, donde inexcusablemente debemos profundizar en la formación de competencias socioemocionales que propicie que las personas se conduzcan con tolerancia, empatía y respeto a sus pares, pero por sobre todo que sean asertivos en sus diálogos.
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Desarrollar en las presentes y futuras generaciones la capacidad critica para rechazar el uso de expresiones hirientes hacia otras personas y para expresar sus opiniones y sentimientos sin que afecten o transgredan los derechos de los demás o los propios; comprendiendo la delgada línea en donde puedo expresarme sobre un asunto en particular entendiendo al mismo tiempo que esa expresión mal conducida, puede herir inmensamente al otro, es también un propósito educativo.
Erradicar narrativas sobre la masculinidad, el amor y la violencia; y entender que no debe haber espacio para hablar sobre el cuerpo de las mujeres, debe ser una meta país.