Algunas personas que se definen dentro del pensamiento desarrollista entienden, que los males que afectan nuestro país en materia ético-moral y que producen los escándalos que el pueblo denomina como corrupción, han existido desde hace tiempo, pero que ahora los sectores que crean opinión son más exigentes. A su juicio eso magnifica los efectos. Pero los que así piensan pasan por alto una serie de aspectos que no son producto de los efectos, sino de las causas que motivan que ahora la sociedad se escandalice de forma mucho más dramática, cuando se hacen denuncias de actos indelicados.
No se debe olvidar que muchas personas de las que se denominan como: sociedad civil, organizaciones sin fines de lucro, entidades empresariales, orientadores sociales, etc., no hace muchos años se rasgaron sus vestiduras, abandonando su posición de independencia o neutralidad política, para alinearse con las promesas de un cambio ético y moral desde la conducción del gobierno.
Descontentos con Mejía por la reintroducción de la reelección, las medidas que provocaron cierre de bancos, así como otras que crearon disgustos que se generalizaron especialmente en esos sectores, y atraídos por los encantos de un discurso modernista del candidato Fernández, dieron paso al orquestamiento de una campaña que sedujo mucha gente con las promesas de un reordenamiento social equilibrado, acciones moralizantes en todos los sentidos, además de ofertas especiales a los sectores de poder.
Precisamente por tales razones es que dentro de esos sectores es donde mayor frustración se nota, porque abandonaron su compostura neutral para encontrarse hoy con una situación mucho peor que la que existía. Donde las acciones indelicadas, no solo no son castigadas, sino hasta cierto modo, justificadas, y las promesas desvanecidas.
No se trata de que hoy los sectores de opinión sean más exigentes que ayer, como opinan esos desarrollistas, sino que la frustración es mucho mayor. Porque las exigencias siempre van en la misma dimensión que las promesas y las expectativas. Y lo que se le ofreció al país, cuando se puso de moda aquello de que e´pa fuera que van era que todo iba a cambiar en materia económica, costo de la vida, moral, educación, salud, transporte y especialmente electricidad.
Mas tarde, producto de la campaña reeleccionista y de políticas equivocadas, pretendieron crear la ilusión de un blindaje mental para causar efectos positivos. Ignoraron realidades e inventaron teorías de barricada de asesores enganchados a sabelotodos de la economía, pero todo se ha derrumbado. Las promesas de soluciones en todos los sentidos, especialmente las energéticas; las de moralidad y honestidad, montadas sobre la figura de Bosch; la austeridad; eliminación de privilegios, como el no uso de los recursos del estado para fines personales y partidistas, todas se han ido al garete.
Lo que la gente siente ya no es desilusión, sino coraje. Porque confiaron demasiado. Se hicieron muchas ilusiones. Prefirieron creer en sueños, para no ver las realidades, y despertaron fuera de la cama.