Cuando los desechos se convierten en un mural fascinante

Cuando los desechos se convierten en un mural fascinante

La calle César Nicolás Penson es la ruta más agradable de la ciudad,   transitable hasta en las peores horas de embotellamiento,  pero ahora añade a su amenidad la seducción de un mural extensísimo…  Ese tal vez aminore la velocidad en cuatro ruedas para que se disfrute la originalidad de un reciclaje encantador.

 El atractivo empieza por el título de la obra, tomado prestado a Pablo Neruda, tipográficamente impactante, “¿Quien dijo que la gente no puede volar?”… y que leemos al final.

En el muro, que oculta la parte posterior del Colegio de La Salle, criaturas fabulosas, bodegones imaginarios, objetos reinventados, arabescos danzarines y otras fantasías deleitables, evolucionan por un cemento riquísimo en colores, formas y texturas. Las metamorfosis, multiplicadas,  inteligentes, bien instrumentadas, nos asombran por su calidad. El espectáculo es mágico: al mismo tiempo hay en esas composiciones tan ligeras sobre un soporte tan duro, un mundo muy actual de muñequitos y “comics”, donde interviene la palabra.

No es una obra de arte común. La hicieron escolares de enseñanza media –con la colaboración de un albañil– y guiados por un excelente artista particularmente consecuente: Marcelo Ferder, quien  obviamente ha mantenido un diálogo entusiasta con chicos y chicas. Él ha sabido dirigir el frescor y la creatividad de los jóvenes, les ha llevado a escenas y personajes llenos de un humor y una poesía comunicativos. ¡Un trabajo admirable y un ejemplo a seguir!

Precedente y proceso.  Antes del experimento del Colegio de la Salle, hubo un precedente con instituciones educativas de Santiago y la ejecución de dos murales. No nos sorprenderá que, conjuntamente con Marcelo Ferder,  sea el Centro León, siempre preocupado por educar, concienciar y divertir simultáneamente,  quien haya gestado el proyecto de la Ciudad Reciclada. Esta realización colectiva ha reunido a decenas de colegiales,  con la particularidad de que ellos estén creando a partir de objetos y de materiales proviniendo de la recuperación de desechos por ellos mismos… ¿Será la basura una fuente de inspiración?

Se trata de la culminación de un proceso que requiere y compromete mucho más. Cuando tanta gente de todas las edades arroja los envases, ensucia el entorno y contamina  indiferente o complacida, una juventud motivada recoge los desperdicios,  los selecciona,  los clasifica.  Las latas, las tapitas, las chancletas, los vasos, los juguetes destrozados…, en fin, la increíble fauna de los metales oxidados, los plásticos imperecederos,  los escombros naturales e industriales,  se ordena y se reconvierte. De inmundicias pasan a ser herramientas y componentes de una estética nueva.

Recordamos al poeta Charles Baudelaire, cuando decía, refiriéndose a los bajos fondos de la ciudad, que esos le habían entregado lodo, y él lo había vuelto oro en sus versos. Así sucedió con los jóvenes autores de los murales, que aquí hicieron un arte muy contemporáneo por cierto, con basura, y ellos han obtenido resultados mucho mejores que en un muralismo callejero ordinario.

Arte público, arte urbano.  La creación colectiva del Colegio de La Salle nos muestra una vía diferente para el ornato de la ciudad. Se habla mucho de arte público,   de ideas utópicas, hasta de megaproyectos que aprovecharían el talento de los artistas y se destinarían al disfrute de los transeúntes,  en fin, que incitarían a caminar en una urbe tomada por los vehículos y el monóxido de carbono, y donde, excepto en contadas zonas, el peatón se enfrenta a todos los peligros. Este mural vale más que cualquier monumento costoso y tradicional, aparte de rendir un servicio público y de revertir, mediante el reciclaje,  el mal y el mar de desperdicios que nos invaden.

Felicitamos a todos los jóvenes que en Santo Domingo y Santiago han trabajado  en las sucesivas etapas de una propuesta real-maravillosa, y estamos seguros de que tendrán a muchos seguidores en su misma generación,  responsable de un futuro menos tóxico y más vivible. Agradecemos a los colegios que impulsaron este movimiento, una tarea formidable que, con toda seguridad, otras escuelas van a llevar adelante. Y las palabras faltan para que se tribute un reconocimiento a Marcelo Ferder, que va a continuar en su empresa quijotesca, y al Centro León,  que no solamente quiere mejorar la condición de los ciudadanos, sino que confía en ellos, en su capacidad, en sus iniciativas. 

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Arte de los desechos

Reciclar los desperdicios, crear belleza a partir de los despojos del consumo y la vorágine industrial, está adquiriendo cada vez más fuerza. Hay artistas, exposiciones, asociaciones, galerías, que se dedican, con mística, a esa rama otrora insólita y en algo salvadora de un desastre ambiental. Entre los grandes artistas plásticos dominicanos pioneros en esa faena,  se destacan –ya los han citado repetidamente–   Silvano Lora y Tony Capellán,  cuyas obras agregan a recuperación y metamorfosis, un profundo sentimiento social. 

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