Cuando los muertos hablan

Cuando los muertos hablan

En sus habituales presentaciones de reportes de necropsias, los doctores Sergio Sarita y Santos Jiménez, prominentes patólogos dominicanos, repiten con frecuencia el concepto de que los cadáveres hablan a través de signos físicos y bioquímicos que se reflejan en los estudios anatomo-patológicos que se les realizan.

El periódico El Nacional del 17 de noviembre del 2010 trajo una información que no tuvo las repercusiones que ameritaba porque otros eventos noticiosos de mayor envergadura absorbieron el impacto: Decía que los familiares de un joven de 26 años atropellado por un camión en Ocoa, fueron a buscarlo a la morgue del Darío Contreras y no lo encontraron porque el joven estaba vivo (¡quizás salió a realizar alguna diligencia antes de que lo enterraran!). No vi o leí comentario adicional y debimos suponer que, con ataúd y vehículo fúnebre pagados, fue un final feliz para el muerto vivo y sus familiares.

A pesar de lo anterior, tal y como ocurre con los reportes de necropsias de los profesores Sarita y Jiménez, este muerto debe haber hablado mucho: De su experiencia despertando junto a otros muertos; de la pericia diagnóstica de los que certificaron su muerte; del control y supervisión de morgues en los hospitales dominicanos; del volumen monstruoso de trabajo de ese hospital, donde, sin que eso excuse a nadie, la evaluación superficial es frecuente provocando errores como este, que rompe cualquier récord y de su juventud que le permitió hacer los ajustes en su organismo para reincorporarse y evitar ser introducido en un ataúd donde pudo realmente morir por asfixia, con el agravante de no poder pedir auxilio, porque sus vecinos estaban verdaderamente muertos.

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