Cuando los niños se resisten a crecer

Cuando los niños se resisten a crecer

Ser un niño, jugar y jugar por horas casi interminables, disfrutar al máximo cada dulce y cada helado, ver el mundo como algo gigante y vivir sin ninguna obligación es una sensación tan deseada por algunas personas que hasta deciden vivir para siempre en esta edad.

Y ellos son los que se conocen como personas afectadas  por el Síndrome de Peter Pan, el famoso personaje del cuento  que en el cine ha popularizado Disney.

Una infancia prolongada

Peter es  un pequeño niño que se rehusa a crecer y que habita -junto a un grupo conformado por niños con el mismo rango de edad que él, y que son llamados Niños Perdidos -, el país de Nunca Jamás, una isla donde conviven tanto piratas como hadas y sirenas. Esto según el autor del cuento,  el escritor escocés James Matthew Barrie.

Precisamente ese deseo a perdurar en la infancia es lo que caracteriza el desorden psicológico conocido popularmente como “El síndrome de Peter Pan”.

“Hay una  inmadurez trascendental en ciertos aspectos psicológicos y  sociales. El sujeto crece, pero la representación internalizada de su yo es el paradigma de su infancia que se mantiene a lo largo del tiempo”, señala el doctor Dan Kiley en su libro The Peter Pan Syndrome: Men Who Have Never Grown Up (“El síndrome de Peter Pan, la persona que nunca crece”).   

Agrega que  las características de un “Peter-Pan” incluyen algunos rasgos de irresponsabilidad, rebeldía, cólera, narcisismo, dependencia, negación del envejecimiento, manipulación, y la creencia de que está más allá de las leyes de la sociedad y de las normas por ella establecidas.

Soledad, la principal consecuencia

En ocasiones los que padecen este síndrome acaban siendo personajes solitarios. Con escasa capacidad de empatía o de apertura al mundo de los “grandes”, al no abrirse sentimentalmente, son vividos como individuos fríos o no predispuestos a darse, lo que vuelve como un “boomerang” a través de la no recepción de entregas o muestras ajenas de cariño.

Algunos profesionales avanzando tal vez audazmente en sus diagnósticos los han denominado esquizo-afectivos.

El tratamiento

En su mismo libro, Kiley aborda lo que sería el tratamiento adecuado para este trastorno psicológico. El tratamiento debe ser el que corresponde a toda neurosis estructurada. Los padres cuyos hijos manifiestan este tipo de inmadurez, deben “actuar”, antes que insistir con pertinacia en la persuasión “coloquial”.  Sea en la aceptación de normas, de esforzarse en estudiar para concluir una carrera o forjar vínculos de amistad.

¿Se reconoce como Peter Pan?

1. Peter Pan posee el deseo interno de ser cuidado, que sus demandas sean satisfechas, y da por sentado que los demás se encargarán de todo eso. Se sorprende y se enfada si no es así. Además sus necesidades son apremiantes, no se pueden postergar.

2. No cree que tenga la obligación de contribuir a amar, dar o hacer. Mas bien su inquietud se concreta en recibir, pedir y criticar.

3. No está hecho para la vida adulta, no puede cumplir promesas, mantener un trabajo, una pareja, una casa porque no se puede comprometer. Está comprometido con el no-compromiso. Nada puede obstaculizar su libertad.

4. Las necesidades básicas de Peter Pan suelen ser cubiertas por otra persona. Esa otra persona acostumbra a ser alguien a quien le gusta cuidarlo. Aunque esa otra persona siente un cierto malestar por el abuso, no hace nada al respecto para no provocar conflictos a Peter.

5. No se responsabiliza de sus emociones, cree que otro es el responsable de sus sinsabores.

Un niño angustiado

Síntomas

Aunque Peter Pan aparente ser muy feliz, por dentro es un niño muy angustiado.

Es frecuente que tenga crisis de ansiedad, de angustia y de depresión.

Los años van pasando, y aun cuando el sujeto está como protegido con una suerte de coraza psicológica para no advertir el paso del tiempo, esporádicamente ésta desaparece por circunstancias imprevisibles.

Es entonces cuando el paciente se encuentra con las manos vacías y con una vida dolorosamente irrealizada.

Con parejas inadecuadas, o en el peor de los casos, sin pareja alguna.

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