Cuando los niños tienen falta de apetito

Cuando los niños tienen falta de apetito

La falta de apetito es un motivo de consulta médica frecuente, asociada al bajo peso y baja talla, y según explica el médico pediatra Edgar Allan Vargas, si no se acompaña de signos clínicos de una enfermedad, la mayoría tiene su causa en dificultades en la relación madre-hijo.

El especialista señala que hay niños que no quieren comer porque presentan una enfermedad que por su condición les quita el apetito. Otros porque asocian el hecho de comer determinado alimento a un estado traumático anterior, de dolor, y esto le induce al miedo de comer.

“Otras veces no es que el niño no coma, sino que percibimos desde nuestro punto de vista que no come, porque creemos que debe comer la cantidad y veces que los adultos comen y no la cantidad que se debe comer para su edad. Esto genera ansiedad al niño”, indica.

Dice, además, que en algunas ocasiones los pequeños no quieren comer porque desde bien chiquitos resultan ser muy selectivos y solo aceptan algunos alimentos, porque saben lo que quieren.

“Es muy frecuente encontrar un niño sano, distraído, inquieto y activo que sustituye el acto de la comida por el juego. O simplemente es apático o retraído por alguna condición patológica física o psicológica”, resalta el doctor Vargas.

Consecuencias. El pediatra dice que la falta de apetito actúa de forma negativa en el desarrollo psicomotor, tanto del pequeño como en el niño mayor, pues, según explica, “Produce déficit en el desarrollo cognitivo e induce a problemas conductuales, terminando en una mala conducta alimenticia durante la infancia, adolescencia y adultez”.

El factor edad. La edad juega un papel importante en algunos casos. “El apetito del lactante es superior al del niño de un año, por la mayor oferta y condición de crecimiento acelerado y cuidados dirigidos”.

Ya del segundo al quinto año se reduce la velocidad de crecimiento y esto trae consigo una reducción del apetito. Es el momento que muchos llaman una anorexia fisiológica, explica.

En esta etapa el niño es más independiente, por lo que los cuidados no son tan centrados y al mismo tiempo es más selectivo. Esta puede durar más tiempo si intervienen otros factores negativos.

“Se vuelve a retomar el apetito en la segunda fase de crecimiento, que sucede en la pre-adolescencia (8 a 12 años), pero esto ocurre si no intervienen factores patológicos, ambientales o conductuales que puedan afectarlo.

¿Qué hacer? Si la causa de no comer del niño no se asocia a un proceso orgánico (enfermedad) y no hay compromiso nutricional (desnutrición), Edgar Allan Vargas aconseja que los padres y cuidadores disminuyan la ansiedad y traten de mejorar el entorno familiar al momento de las comidas. Dice que hay que orientar a la madre en colocar hábitos alimentarios de acuerdo a la edad del niño, estableciendo horarios fijos de alimentación y aumentando los intervalos para que en la próxima comida sienta hambre.

Además, recomienda “permitir que el niño coma la cantidad y alimento deseado y tener un seguimiento de la progresión de peso y talla con su pediatra; él le orientará sobre los pasos a seguir y en qué momento buscar una ayuda más especializada”.

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¿Estimulantes?
“No recomiendo el uso de estimulantes, son fármacos que pertenecen al grupo de antihistamínicos, además de despertar el apetito de manera temporal tienen resultados variables sobre el crecimiento, producen sedación y en ocasiones reducen el apetito, pues durante su toma el niño se mantiene sedado”, asegura el doctor Vargas. Muchas veces buscamos el apoyo de vitaminas para que el niño coma, y en ocasiones puede haber déficit de algún mineral, por ejemplo de hierro, si hay anemia, o un signo de mala absorción; en general las vitaminas no son estimulantes del apetito, mejoran este cuando se corrige su déficit.

“El estimulante más efectivo es la formación de un hábito alimentario, en un ambiente estimulado, en ocasiones dramatizado, de comida compartida y con la presencia de los padres” aconseja.

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