“La mujer más rápida del mundo es dominicana”, la noticia se propagó el nueve de agosto por todas las autopistas de la información mundiales a una velocidad sólo superada por los 48.17 segundos que necesitó Marileidy Paulino para colocar un nuevo récord olímpico en la difícil competencia de 400 metros.
Así es, Marileidy, de 27 años y nativa de Don Gregorio, en Nizao, ¡corrió con la energía de un corazón dispuesto a mostrar las fortalezas adquiridas con la potencia de la resiliencia! y alcanzó el primer oro por una mujer dominicana en 60 años de participación de nuestro país en los Juegos Olímpicos.
En cada uno de los 45 pasos de los primeros 10 segundos, superó con el poderío de la fe las desafiantes barreras que se le imponían antes de elevar al Olimpo a la República Dominicana. Aquellos históricos instantes, cuando salía de la “curva inicial”, derribó “el destino” de una vida aletargada, cargada de tareas que “son para mujeres”. Para lograr cambiar la asignación social y dedicarse por completo a correr, cuenta con el respaldo total de su madre, Anatalia Paulino, una genuina complicidad de amor y esperanzas.
Puede leer: Explotación y abuso sexual
Afianzando una inigualable velocidad, y pasando apenas los 15 segundos del comienzo de la carrera, destronó en el Stade de France parisino las múltiples creencias que pesan sobre su condición de mujer, especialmente las que logró demoler con el inagotable esfuerzo de destinar horas interminables a los entrenamientos que hoy la colocan en la cima del atletismo nacional y mundial. Entonces, en aquellas raudas conexiones entre los palpitares y sus piernas, nuestra corredora dorada desmonta para todas nosotras, y las jóvenes que continuarán su hazaña, frases tan hirientes y comunes como la socorrida: “Corres como niña”.
Cuando los vítores unen al país, y pasaban los 35 segundos, los potentes pasos de Marileidy estuvieron destinados a derrocar aquellas puertas que se cerraban, las innumerables carencias vividas, las necesidades que atiborran sus entrenamientos y sueños. Era cuando crecía su amor propio que la llenaba de seguridad interna, quedando a la vista de una expectante fanaticada que alcanzó 2.184.000 personas en el globo terráqueo.
En los últimos 10 segundos, y sus milésimas, cuando ya era irreversible el oro olímpico y el consecuente récord mundial, la respiración agitaba, agitaba… Pero, aquellos pasos hacia la conquista de la meta llevaban el impulso de nuestras dominicanas a quienes las violencias negaron sueños, en una nefasta carrera de humillaciones, controles y silencios. Así, cuando corre Marileidy en los segundos de gloria, se auto posiciona en el “corazón y la voz” de las que ya no están, quienes la impulsan desde la eternidad.
Cuando corre Marileidy se alcanza el oro de una nueva y necesaria mujer referente, para quienes, enredadas en las brechas opresoras, visualicen la esperanza de emancipar las telarañas de la desigualdad, como lo reconoce la empoderada corredora: “Para mí esta medalla de oro significa mucho. Era la medalla que necesitaba para completar un ciclo olímpico y es una medalla que el país necesitaba. La verdad que valió la pena porque creo que va a inspirar a muchos jóvenes que están en la precariedad: a través de mí se les van a abrir muchas puertas”.