Cuando mi padre le pidió a Trujillo que lo matara

Cuando mi padre le pidió a Trujillo que lo matara

JACINTO GIMBERNARD PELLERANO
Realmente desconozco la razón o las razones por las cuales al rememorar la entrevista que, junto al famoso director italiano Pierino Gamba nos concediera el Generalismo Trujillo en 1960, he omitido la porción que me tocó a mí.

Ciertamente la entrevistan obedecía a un interés de Gamba, quien fue aconsejado por un personaje del régimen, quien le hizo saber que la mejor manera de garantizar un nuevo contrato en el país era efectuando un visita de cortesía al “Ilustre Jefe”, al “dueño” de la República Dominicana. Pierino, que sentía el aplastamiento nacional ante el Jefe, me suplicó que me encargara de solicitar la audiencia, siempre que yo lo acompañara a la bravísima visita que se limitaría a un respetuoso saludo. Trujillo nos recibió puntualmente. Trajeado de civil, se levantó de su escritorio y nos alcanzó con formalidad cortesana. Hizo tal despliegue de cultura, que Gamba quedó anonadado. Entonces se dirigió a mí.

– Conozco su trayectoria como violinista -dijo- ¿hay aquí alguien que puede enseñarle perfeccionamiento?  Me temo que no, Excelencia -repuse tras segundos de búsqueda.  Entonces tiene que irse del país. ¿Dónde le gustaría ir?

Tomado por sorpresa, titubeantemente pronuncié: Europa…Alemania, Francia…Italia…

– Alemania -pronuncié agobiado.

– Pues alístese. Se va la semana entrante.

– Tan pronto no puedo, excelencia.

– Pues el próximo mes.

Así terminó la entrevista que se realizó de pies en el punto donde él nos había alcanzado. Al llegar a casa le conté todo el asunto a mi padre, Bienvenido Gimbernard, quien tenía el dolor de que los dominicanos que se iban al extranjero regresaban despreciando su país y hasta llegó una vez a discutir el asunto con Pedro Henríquez Ureña, quien quedó anonadado ante la afirmación de mi padre, en cuanto a que para ser un buen dominicano no necesitaba más cultura extranjera, porque despreciaría lo que somos y lo que tenemos.

Al escuchar mis noticias, papá guardó silencio y mantuvo el rostro imperturbable. Yo sabía que Trujillo actuaba rápido, pero pasaron días, semanas y meses sin noticias. Me olvidé del asunto. Un par de años después mi primo José Manuel Machado Gimbernard, alto funcionario del gobierno, me dijo: Las cosas de tío Bienvenido… ¿sabes que se apareció en las oficinas del Jefe para dejarle el recado de que lo mandara a matar? Tío Bienvenido le dijo: “Yo no tengo hijo para la exportación. Si usted quiere que mi hijo se vaya, máteme y entonces usted hace lo que le dé la gana”.

Por supuesto, Trujillo no me mandó a ninguna parte.

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