La política se ha convertido en una de las actividades más costosas, llegando a crearse la idea, falsa o real, de que su éxito depende exclusivamente de las posibilidades económicas; del dinero. Algunos se han atrevido incluso a decir que quienes por pudor se resistieron a ese postulado, vieron disminuidas sus posibilidades.
En la medida que dicha actividad se hace más costosa y aumenta el clientelismo, los partidos, o mejor dicho quienes los dirigen, se hacen cada día más pragmáticos, o porque viven esa realidad, se han visto en la necesidad de recurrir a los sectores que tienen mayores posibilidades de proveerlo.
No debemos olvidar que desde las décadas del 60 y 70, existió la idea del auto-financiamiento político, propiciado por organismos internacionales, especialmente europeos, tratando de establecer mecanismos que impidieran que los grupos políticos tuvieran que depender de los grupos económicos. Mecanismos que pudieron ser cuestionados por algunos, pero que de alguna manera procuraban romper la pendencia de los partidos respecto a los sectores de poder.
Como lamentablemente los mismos políticos han permitido que se burocratice y encarezca tanto dicha actividad, el financiamiento del Estado a través de la JCE, no les alcanza. Probablemente durante los períodos normales pueden cubrir sus costosas necesidades, pero durante los procesos electorales tienen que recurrir a los tradicionales contribuyentes, algunos de los cuales otorgan ayudas, pero probablemente esperando compensaciones, creándose una especie de círculo vicioso entre los que aportan y los que reciben.
Y así se han llevado a cabo muchísimas acciones entre los que han llegado al gobierno y los que colaboraron con ellos. Acciones que algunos de los que han aportado consideran normales, puesto que se trata de recibir primacía de quienes los ayudaron a llegar al poder; sin embargo para otros, especialmente para los que fueron competencia y se les escaparon las oportunidades, se convierten en acciones condenables.
Esa situación probablemente ha colocado a los políticos o a los partidos cuando llegan al poder, ante la disyuntiva de: continuar la cadena de darle preeminencia y oportunidades a quienes los ayudaron, o sea, los grupos con poder económico, o crear nuevos canales para que les sirvan de colaboradores en los tiempos de las vacas flacas, o cuando aumenten sus necesidades.
Dentro de este último esquema encajan también quienes han proclamado que no cogen, roban o hacen dinero para ellos, sino para la causa o para su partido. Lógicamente partiendo del principio de que el fin justifica los medios.
Proclama que para muchos no produce el mínimo rubor; es más, algunos lo han ponderado como acciones valientes y sinceras.
Estas modalidades para crear fuentes alternativas de financiamiento con el fin de independizar a los políticos de los grupos económicos, que para algunos podrían ser válidas, para otros es más delicado y profundo, pues no se trata solo de a quienes beneficia, perjudica, o si se llenan ciertas formalidades, sino que habría que convertirlas en legales, éticas y morales.