Permanecer tres o cuatro décadas en la labor de enseñar, con vocación, tesón, dedicación, pasión, amor… es la historia de estos maestros que ¡Vivir! trae a sus páginas a propósito de celebrarse hoy el Día del Maestro.
Algunos aún están activos en su profesión, pero la mayoría son maestros en retiro que expresan la satisfacción que les produce haber encontrado al final de su jornada una actividad que para muchos es el cumplimiento de un sueño de años, mientras para otros representa una sorpresa en el ocaso de sus vidas, una actividad de la que se han enamorado y que ya no piensan dejar: el arte plástico, la pintura.
Este proyecto de enseñanza de arte pictórica parte de los proyectos y programas del plan estratégico que ejecuta el Instituto de Bienestar Magisterial (Inabima) que dirige Yuri Rodríguez Santos, cuya finalidad es beneficiar a la clase magisterial, brindándole nuevas oportunidades de vida al momento de su retiro.
Conversamos con cinco maestras, tres ya jubiladas, dos aún activas, quienes son parte del programa de arte plástica del Inabima, graduadas el pasado miércoles en una exposición pictórica en la que se realizó la presentación de un nuevo plan estratégico y nueva imagen.
Las cinco coinciden en que la pintura se ha puesto en su camino para quedarse, que el arte plástico es parte de su vida al término de sus labores en las aulas por más de treinta y cuarenta años.
Con el mismo regocijo se expresa el pintor Miguel Gómez, director y profesor del taller en la Ciudad Colonial, en el que los maestros reciben las clases de pinturas a través del programa de artes plásticas del Inabima.
“Para mí es de gran satisfacción lo que está ejecutando el Inabima, dependencia del Ministerio de Educación, con maestros en retiro y algunos aún en las aulas, ya que es una valiosa oportunidad para hacer realidad sueños que tenían desde jóvenes”.
Con esas mismas expresiones y entusiasmo habló el profesor y pintor Danilo McCabe, a quien el rostro se le ilumina cuando habla de la oportunidad que le concedió Inabima al regresar de Nueva York en 2006, a donde había emigrado al momento de su retiro, con apenas 48 años de edad.
“Me siento muy agradecido con los proyectos que está desarrollando esta institución, porque nos permite además seguir llevando el pan de la enseñanza a los barrios marginados los fines de semana. Estos programas deben seguir fortaleciéndose y no dudo que sea así, porque es la intención de su actual director”.
La profesora Teresa Lora de la Cruz, retirada de las aulas en 2012, dice que entró al programa de pintura de Inabima hace cuatro años y que gracias a lo encontrado allí no ha tenido tiempo para extrañar lo que hacía.
“Me siento muy alegre y satisfecha con los conocimientos de artes plásticas obtenidos, porque a través de estos he descubierto mi talento artístico. Es un trabajo que nos llena y además nos aporta recursos económicos, porque de las obras creadas incluso la propia Inabima nos compró dos a cada una de las participantes en el programa y también hemos vendido de manera particular”.
Otra de las maestras pintoras es Ángela María Abreu Abreu, quien fue maestra durante 41 años. “Con el programa de arte pictórica me siento contenta con la oportunidad; para mí ha sido la realización de un sueño, porque desde siempre me gustó la pintura”, dice.
Para ella el trabajo del maestro es uno de los más dignificantes de la sociedad, porque tiene la función de enseñar a la niñez, que es lo más valioso, el futuro.
En el mismo tenor habla la profesora Mercedes Altagracia Moratín del Rosario, con 38 años en el magisterio y todavía activa; ahora en la Dirección General de Alfabetización de Jóvenes y Adultos.
“Amo ser maestra. Si muero y reencarno vuelvo a ser maestra; es lo que me gusta, y ahora tengo una satisfacción extra, que es la pintura. Estoy tomando clases con el profesor Gómez desde hace dos años. Ya tengo alrededor de 18 obras y estoy aprendiendo tanto y estoy tan motivada que ¡al profesor que se cuide!” .
Para la maestra María Jiménez entrar al programa de pintura de Inabima ha sido el cumplimiento de un sueño de toda su vida. “Siempre me gustó la pintura y ahora, luego de jubilarme, tengo la oportunidad de hacerlo”.
De igual modo se expresa la maestra Marcia Lorenzo, con 32 años de ejercicio magisterial, jubilada en 2013.
“Entré a Inabima a la muerte de mi esposo, en busca de algo que hacer, y me ofertaron el curso de pintura. Hoy doy gracias a Dios por haberme puesto en ese camino: he encontrado ahí a una familia que nos apoya. Aunque ya no estoy en las aulas, amo ser maestra y si volviera a nacer volvería a serlo”, concluye.