¿Cuándo sábado?

¿Cuándo sábado?

Uno de los relatos que mayor deleitan a mi cuñado Perucho, y que lo hacen reír complacidamente es el que voy a revelarles esta vez, dejando los tropezones de lenguaje y de gramática, solo para variar y distraernos un poco, después que se despejan los signos de tormentas o ciclones se alejan sin daños.

 A Perucho le gusta mucho recordarme la ocurrencia de “¿Cuándo sábado?”

 Resulta que mi cuñado vivió durante varios años en un sector bien conocido del Distrito Nacional. El pariente se recortaba en una barbería cerca de su casa.

Tenía el negocio muchos clientes y las conversaciones y comentarios iban y venían, al extremo de que no eran pocos los usuarios que permanecían en el local después de recibir el servicio.  Así era de agradable aquel ambiente.

Pero había un punto curioso: no llegaba a molestar, pero sí causaba extrañezas. Un vecino de unos veinte años entraba y salía con un “Yo-Yo” que el diestro personaje hacía subir y bajar, provocando la atención de clientes y contentulios de aquella barbería.

 Por la edad y por la averiguación del respeto, conducta-comportamiento y grado de escolaridad del joven comenzaron a dejar, de vez en cuando, los temas de adultos: política, pelota, economía, servicio de energía eléctrica, bajos salarios, etc. Y llegaron a la conclusión de que debían recomendarle a los padres de este jovenzuelo que sería prudente llevarlo al examen de un sicólogo.

Así lo hicieron los padres y obtuvieron evaluación de nuestro personaje, con instrucciones bien claras.

De acuerdo con los conocimientos y experiencias del adulto, anduvo detrás de medicamentos recomendados por el médico. Padre e hijo partieron el sábado de esa gran semana hacia un lugar adecuado en la jurisdicción de Los Mina.

Habló con una joven, mujer conocida y de mucha confianza con él, que utilizó alguna vez. Ahora de vuelta, los recorridos por los salones de la barbería fueron: “Cuándo sábado”.

La respetable dama doña Martha Martínez a menudo decía “después que se cierra la puerta de la alcoba nadie sabe lo que pasa ahí adentro”; que le oí decir muchas veces.

Y fue una frase formidable en el curso de vida de nuestro amigo.  Recibió su tratamiento adecuado,  y  comenzó, a partir del lunes siguiente a realizar sus rondas por los salones de la barbería con su “Yo-Yo” en la mano, pero preguntando a diestra y siniestra.

“¿Cuándo sábado”, aquí?

“¿Cuándo sábado”, allá…?

Un gran acierto, pensaron todos: barberos, clientes, vecinos, padres.

En verdad: ¡Cuanto sábado aquí y cuanto sábado allá!

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