Cuando Santiago se fuñó

Cuando Santiago se fuñó

Santiago siempre ha vivido atrapado entre el atraso y el progreso. Fue centro de empuje económico y político en los siglos 19 y 20, allí se libraron importantes batallas de impacto nacional, y en el post-trujillismo, varios presidentes provinieron de allá.

El síndrome de segunda ciudad es difícil de superar, pero con un rico historial, Santiago no estaba condenada al atrofio y el deterioro en que ha caído.

En la década de 1960, el renacer de la ciudad no produjo un magnetismo que sostuviera espacios diversos de desarrollo cultural. La ciudad creció en tamaño por el flujo migratorio desde pueblos y campos aledaños, pero la élite intelectual emigró o se aisló, e igual sucedió con la élite económica tradicional.

En la década de 1970 surgió el modelo de zona franca industrial que desplazó la vieja agro-industria santiaguera. Se crearon nuevos puestos de trabajo, en su mayoría de bajos salarios, y hubo poca cabida para emplear una creciente clase media profesional.

El modelo de zona franca sólo alcanzó para gestar unos pocos empresarios enriquecidos y un ejército de obreros empobrecidos que perdieron sus trabajos cuando las fábricas cerraron por baja competitividad.

En las últimas dos décadas, Santiago siguió creciendo acéfalo, agravado por el hecho de que el PLD, que ha gobernado el país 12 de los últimos 16 años, no tenía raíces fuertes en la ciudad. Como resultado, el gobierno invirtió relativamente poco en Santiago y las autoridades nombradas no ejercieron un fuerte liderazgo.

Sin vitalidad cultural ni agroindustrial, y con poca incidencia política en el gobierno peledeísta, Santiago fue quedando rezagado, y en la búsqueda de lugares para expandir el narcotráfico, la ciudad corazón se hizo refugio del narco en la última década.

Las muertes por ajustes de cuentas en los últimos años han asombrado la población y develado la magnitud del problema.

Paralelamente se ha propagado la delincuencia de todo tipo. La muerte de la joven Vanesa Ramírez Fañas en el 2006 para robarle un celular, y el atentado contra Jordi Veras en el 2010, sacudieron la ciudad.

Que el presidente Leonel Fernández, ahora en campaña partidaria visite los barrios de Santiago es un reconocimiento tardío de la magnitud de la criminalidad y el deterioro de los barrios pobres.

Años de abandono han producido una ciudad estrecha, sin desahogos, y sin muchas posibilidades para acomodar tantos desempleados asentados en sus barrios marginados.

A este escenario se agrega el flujo descontrolado de inmigrantes haitianos que permite el gobierno dominicano para satisfacer las demandas de mano de obra barata de los empresarios.

En Santiago ya no circundan las aguas del Yaque como un cinturón. El Yaque ya no es un río, es una cuneta en tiempo de sequía y una cañada desbordada en época de torrenciales. Los barrios no son pintorescos, sino centros de hacinamiento superpoblados sin servicios públicos adecuados.

Sólo hay que leer la lista de peticiones que recibió el presidente Fernández en su visita reciente a Cienfuegos, lugar donde se inició el programa Barrio Seguro en el 2006 y siguen los mismos problemas: pavimentación de calles, agua potable, electricidad, escuelas, hospitales, cañadas, etcétera.

No todo anda mal en Santiago. Como dice la expresión, “Santiago es Santiago”, pero hay problemas agrandados. La respuesta gubernamental ha sido ligera, tardía e interesada, y probablemente cesará cuando baje el pánico por la criminalidad y pasen las elecciones.

¿Cuándo se fuñó Santiago? Cuando el gobierno concentró la inversión pública en Santo Domingo, cuando las empresas privadas no innovaron y cerraron, cuando la mano de obra quedó rezagada porque la educación no avanza, cuando el narco encontró un nuevo nicho para sus fechorías.

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