Cuando solo pensamos en nuestra conveniencia

Cuando solo pensamos en nuestra conveniencia

No importa lo bien montados que estemos. No importa los ingresos que tengamos. No importa si vivimos en una Torre de lujo. No importa las veces que nos subimos a un avión. No importa nada de eso, si nos falta la educación. Aunque queramos separarnos de la porción mayoritaria del país, pobre e iletrada, con frecuencia sólo las posesiones nos separan.

En general, los dominicanos parecemos compartir un mismo estado mental que nos lleva, ya seamos pobres, clase media o ricos, a conductas sociales penosas como la propensión a la bulla excesiva que se advierte en cada esquina, la manera en que afectamos a los demás cuando sólo pensamos en nuestra conveniencia, o la indiferencia con que contaminamos el medio ambiente hasta cuando transitamos por la ciudad.

El otro día observé con pena un conductor en plena vía pública transitando en una yipeta Toyota Prado, color negro, último modelo, y lanzando por la ventanilla los desperdicios de lo que comía, mientras hablaba por su celular.

Ese dominicano refleja la falta de civismo, de educación, de la que adolece todavía un considerable número de personas de las que andan pregonando haberes y teneres. Gente cuya conducta parece reafirmar aquello de que andamos como “chivos sin ley”. Vivimos un momento de rápida movilidad social, pero en materia de educación caminamos a paso de tortuga.

Nuestras actuaciones colectivas están evidenciando que necesitamos urgentemente más educación hogareña, más enseñanza cívica en nuestras escuelas. De lo contrario, de nada valdrán los colegios caros, los campamentos fuera del país, los símbolos de estatus.

Viviremos en la selva y no tendremos derecho a exigir.

Publicaciones Relacionadas