Cuando un amigo se va…

Cuando un amigo se va…

Deja un espacio vacío/que no lo puede llenar/ la llegada de otro amigo (A Cortés)

El compromiso fue perpetuar su memoria. Hacer de ella un templo inexpugnable contra el olvido. Contra el tiempo que empalidece los recuerdos. Contra las acechanzas del mal y de hombres perversos que se recrean en la sombra de la impunidad. Aquella noche profundamente triste y oscura, con lágrimas de mi alma conturbada dejé caer, para el tiempo, una Flor Para Orlando: “Que no se vaya el metal persuasivo de tu voz/ Que no se pierda el calor verdad de tu acento/ Que con tu vida, que se nos va, nos quede el aliento/ de luchar por una vida mejor”. Aquel día, luego de publicar en su columna Microscopio un artículo fechado 23 de febrero “¿Por qué no, Dr. Balaguer?” Orlando llegó como de costumbre a la casa de Doña Fefa, mamá de Manolo Tavárez, en donde vivían Emma y Minou, y solía reunirse un grupo de amigos para charlar de todo y analizar sucesos políticos. Esa vez Orlando se mostraba algo extraño, molesto consigo mismo. En aquel artículo, con justa indignación, había denunciado el vejamen y mal trato recibido por su compañero y su amigo Silvano Lora, artista prestigioso, combatiente, luchador solidario, a quien se le impedía vivir dignamente en su patria, mientras, colmados de privilegios y favores irritantes por razones politiqueras, se mantenían a su lado todo tipo de corruptos, delincuentes, criminales, calieses, genízaros, torturadores, narcotraficantes y demás especies, uniformados o no, que deberían embarcarse o desaparecer junto con él en un cohete. Aquel artículo, del que no se arrepentía, traería consecuencias…

Una llamada de algún conocido lo sacó de la redacción de la Revista Ahora, y le condujo a la cita programada por la conjura. Emboscado por sus asesinos militares, Orlando fue muerto. Asesinado. Nueve meses más tarde, Edmundo, su hermano, que le entregaría al Presidente Balaguer un listado de los presuntos autores intelectuales del horrendo asesinato, aparecería misteriosamente muerto. El crimen contra Orlando produjo una enorme conmoción social. La investigación mostrenca que pretendía inculpando a gente inocente encubrir burdamente a los verdaderos autores intelectuales y materiales del crimen, sería desmontado valientemente por un Juez de Instrucción capaz de reunir pruebas que conducirían a los actores materiales a la cárcel ¡dos décadas después!

La casa de Doña Adriana y Don Luis, se convirtió en un santuario. Sus vidas, alentadas de esperanzas, en la espera inútil, se apagarían sin odios, con un amoroso consuelo. Orlando, puro, tenaz, valiente, seguiría viviendo, siendo su memoria venerada en el corazón de un pueblo adolorido y en quienes tributarios de su amistad llegó a ser parte importante de nuestras vidas. A mi amigo Orlando, al hombre culto, discreto, combatiente, al periodista veraz, acucioso y vertical, al lector insaciable, al ser humano, sensible, humilde y franco lo recuerdo en su esencia: “Nada humano me es ajeno”. Y en algunos detalles para mí curiosos, su timidez visceral, que le impedía explayarse o conocer gente nueva; su turbación al salir de compras para elegir una camisa.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas