El pasado viernes 19 de mayo, me entero de la lamentable noticia del fallecimiento de mi entrañable amigo Virgilio Bello Rosa a quien me unía un estrecho vínculo de amistad y afecto que se consolida cuando un buen día me llama por teléfono, se aparece en mi casa y me sorprende cuando me dice que me ha escogido para que sea el padrino de su hija Natalia. Gustosamente acepto, emocionado por esa alta distinción siendo mi nueva ahijada bautizada en una iglesia que, no recuerdo cual era, aunque me da pena confesarlo.
Virgilio Bello Rosa fue para mí y para los muchos que le conocieron un ser humano excepcional. Reconocido como un destacado abogado, litigante ante los tribunales de justica siempre en defensa de las buenas causas de los afligidos, no dejando de ser un activo dirigente político de su partido (PRD) habiendo desempeñado altos cargos públicos como Procurador General de la República y otras múltiples funciones teniendo el valor y la gallardía de renunciar del cargo al Presidente Hipólito Mejía, no permitiendo que nadie ni nada se atreviera a enrostrar o tratar de mancillar su nombre e investidura.
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Definido como “un político honrado, un ser humano de reciedumbre”, sencillo, afable, comprensivo, comprometido con las causas justas de su país y de su pueblo, tal seria su disposición en la heroica Revolución de Abril del 1965 que derrocó al gobierno golpista del Triunvirato de Read Cabral, provocó la infausta intervención militar de Estados Unidos y sus adláteres no pudiendo evitar el restablecimiento de un sistema de gobierno legítimo, civil, democrático como ordena la Constitución.
Aquella honrosa e inesperada petición de Virgilio dejó sellada y fortalecida nuestra cálida amistad y huellas imborrables de gratitud y afecto aun cuando debo admitir que pasados unos diez años sin haber causa o motivo alguno que lo explique o justifique se produjo un distanciamiento que aceptara el curso de nuestras vidas al extremo de que su largo quebranto me fue desconocido hasta el penoso día que Wilfredo, uno de sus cuatro hijos, le da a la prensa la funesta notica de que Virgilio “Ha partido a la casa del Padre” a la edad de 85 años, habiendo nacido el 20 de enero del año 1939 en la Joya, provincia San Francisco de Macorís” coincidiendo esa fecha con la fundación del Partido Revolucionario Dominicano (PRD) del que fue militante, fundado por el Profesor Juan Bosch, entonces en el exilio.
No pude asistir a su sepelio. En la Funeraria Blandino, frente a su cuerpo inerte, brota de mi silencio una oración que sale del alma. “Padre Nuestro que estas en los cielos, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino, hágase, Señor, tu voluntad aquí en la tierra como en el cielo. Me acerco a Miriam, su eterna compañera y con un sentido abrazo, nos despedimos.