)Cuánta fuerza puede tener una simple palabra?

)Cuánta fuerza puede tener una simple palabra?

NUEVA YORK.- «La derrota al largo plazo del terrorismo sucederá cuando la libertad eche raíces en Oriente Medio», dijo el Presidente George W. Bush el 28 de junio, cuando anunció la transferencia adelantada de la soberanía a los iraquíes.

La «derrota del terrorismo», el lenguaje sugiere que mucho ha cambiado desde el 11 de septiembre del 2001. En su discurso ese día, Bush dijo: «Estamos unidos para ganar la guerra contra el terrorismo», y durante el año siguiente la Casa Blanca describió al enemigo como terrorismo el doble de veces que como terror. Pero en los discursos de la Casa Blanca en el último año, esas proporciones se han invertido. Y el cambio de «terrorismo» a «terror» ha sido igualmente dramático en los principales periódicos, según una investigación de varias bases de datos.

Los cambios lingüísticos amplios como esos regularmente se deen menos a decisiones conscientes por parte de editores o redactores de discursos que a cambios a menudo imperceptibles en la forma en que la gente percibe a su mundo. El terrorismo en sí mismo podría ser un término vago, como han argumentado los críticos. Pero el terror sigue siendo más amorfo y elástico, y altera la comprensión no sólo del enemigo sino de la guerra contra él.

Cierto, frases como «conspiraciones de terror» o «nivel de amenaza de terror» pueden hacer al terror parecer meramente una forma corta de decir terrorismo. Pero incluso ahí, «terror» conlleva un conjunto de significados más complejo. Evoca las acciones de los terroristas y el temor que están tratando de engendrar.

«)Nos acobardamos ante el terror?», preguntó Bush en la televisión irlandesa unos días antes de la entrega del poder en Irak, y la palabra terror tuvo un doble significado.

Y a diferencia de «terrorismo», «terror» puede aplicarse a estados así como a grupos insurgentes, como en las frecuentes referencias del presidente al «régimen del terror» de Saddam Hussein. Incluso si Saddam no puede realmente ser vinculado a los ataques del 11 de septiembre, «terror» parece conectarlos etimológicamente.

Los significados modernos de «terror» y «terrorismo» se remontan a un solo momento histórico: «la Terreur», el Reino del Terror de Robespierre en 1793 y 1794.

«El terror», dijo Robespierre, «no es nada más que justicia, rápida, severa, inflexible; es por lo tanto una emanación de la virtud».

Fue la implacable severidad de esa emanación lo que llevó a Edmund Burke a censurar a «esos monstruos llamados terroristas», en uno de los primeros usos registrados del término «terrorista» en inglés.

Para Robespierre y sus contemporáneos, «terror» trasnmitía la exaltada emoción que la gente podría sentir cuando se enfrenta cara a cara con lo absoluto. Eso fue lo que llevó a Albert Camus a describir el terror como la urgencia que acerca a la gente a las certezas violentas del totalitarismo, donde la rebelión se endurece para convertirse en ideología.

Con el tiempo, sin embargo, el aura de sublimidad de la palabra se desvaneció. Para 1880, «santo terror» era sólo un nombre jocoso para un niño revoltoso y «terrible» ya no sugería la sensación de temor reverente que tenía en «terrible espada rápida». Para la Era del Jazz, «terrífico» era sólo un pálido superlativo. Terror era aún un nombre para el temor intenso, pero ya no connotaba una fuerza social.

«Terrorismo», también, ha cambiado desde su origen. En los tiempos modernos, la palabra pudiera referirse sólo al uso de la violencia contra un gobierno, no en su nombre, aunque algunos aún reclamaraon la designación «terrorista» orgullosamente, como los revolucionarios rusos que asesinaron al zar Alejandro II en 1881 y la Pandilla Sionista (posteriormente el Lehi), que, en los años 40 usó el a{esinato y otros medios violentos con la esperanza de expulsar a los ocupantes británicos de Palestina.

No fue hasta el principio del periodo post-colonial que todos los grupos rechazaron la etiqueta terrorista en favor de nombres como combatientes de la libetaad o mujaidines. Para entonces, el «terrorismo» ya no era un -ism genuino, sino el nombre de una estrategia reprensible, a menudo extendido como un término de abuso para cualquiera cuyos métodos parecieran implacables.

Pero los usos recientes de «terror» parecen unir de nuevo sus sentidos diversos y sustitutos en una forma que Burke podría haber encontrado familiar. Hoy en día, de nuevo es un nombre que comprende las fuerzas oscuras que amenazan a la «civilización» y los temores que provocan.

Los nuevos significados del sustantivo son señalados en otro cambio ling_ístico en la prensa y en los discursos de la Casa Blanca. Al igual que «terrorismo» ha sido reemplazado por «terror», así es mucho más probable que «guerra» sea seguido por «en torno a» en vez de «contra».

Ese patrón de «guerra en» se remonta a inicios del siglo XX, cuando la gente adaptaba metáforas epidemiológicas como «la guerra en torno al tifus» para describir las campañas contra males sociales como el alcohol, la criminalidad y la pobrza, condiciones endémicas que podían ser mitigadas pero no erradicadas. La sociedad podría declarar una guerra en torno a las drogas o los conductores borrachos, pero nadie espera una victoria total.

«La guerra en torno al terror», también, sugiere una campaña dirigida no a adversarios humanos sino a una plaga social penetrante. En su forma más abstracta, terror llega a parecer un mal persistente e inexplicable, sin plantear inconvenientes dilemas teológicos. Y de hecho, el uso que hace la Casa Blanca de «mal» ha declinado en 80 por ciento en el mismo periodo que su uso de «terror» ha estado incrementándose.

Como las guerras en torno a la ignorancia y la criminalidad, una «guerra en torno al terror» sugiere un estado permanente de lucha, una «lucha de nunca acabar contra el terror y sus inexorables consecuencias», como lo expresó Camus en «La Plaga», su alegoría de 1947 sobre el ascenso y caída del fascismo. Es como si el lenguaje estuviera preparándose para una larga tarea.

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