No amigo lector, usted no ha leído mal. Tampoco hay un error gramatical en el título que encabeza la columna.
Desde hace tiempo vengo intrigado respecto a las enormes inversiones del Estado en un sistema de transporte que nunca ha sido eficiente, duradero y mucho menos organizado.
¿Cuántos dólares y pesos habrán salido de nuestros bolsillos de contribuyentes, para mantener una flota que de nada sirve?
No he tenido la grata oportunidad de subir a una OMSA, pues soy de los privilegiados que anda montado, amén de que tampoco he disfrutado de un recorrido inaugural presidencial.
Excusada la observación, regreso al punto.
Estoy casi obligado a tomar ruta de regreso por una avenida principal citadina, justo la que utiliza un grupo de choferes de la OMSA en aparente retorno a su base.
Observo con frecuencia las condiciones en que circulan esas guaguas, y simplemente dan pena y ganas de llorar.
Se asemejan más a una chatarra andante que a un vehículo destinado al transporte digno del ciudadano que paga y sostiene esos medios.
Ahora se anuncia que vienen otros 500 autobuses, para ser incorporados a las líneas que alimentarán el Metro de Santo Domingo y otras rutas.
ONATRATE fue otro ejemplo de ineficiencia y operación desastrosa.
Mientras no se diseñe un serio plan de manejo responsable, de educación a los que conducen esos costosos vehículos, jamás se logrará eficientizar el sistema.
¡A lo que nada nos cuesta, hagámosle fiesta! Tan sencillo como eso.