¿Cuánto es más?

¿Cuánto es más?

Lo que puede el dinero

Hace mucho el dinero, mucho se le ha de amar;

Al torpe hace discreto, hombre de respetar,

hace correr al cojo al mudo le hace hablar;

el que no tiene manos bien lo quiere tomar.

 

También al hombre necio y rudo labrador

dineros le convierten en hidalgo doctor;

Cuanto más rico es uno, más grande es su valor,

quien no tiene dinero no es de sí señor….

 

En resumen lo digo, entiéndelo mejor,

el dinero es del mundo el gran agitador,

hace señor al siervo y siervo hace al señor,

toda cosa del siglo se hace por su amor.

Arcipreste de Hita

Quisiera que alguien me explicara hasta dónde puede llegar el deseo desmedido de acumular riquezas.  Esta sociedad del espectáculo se sustenta en la apariencia de las cosas y en el peligroso tener. Don dinero es el dueño y señor de la vida de los otros.  El infierno vive en la tierra. Los fuegos eternos del imaginario  dantesco  tienen sus nombres en  marcas exclusivas de objetos de lujo, símbolos de distinción y exclusividad. Exhibir sus productos impresos con sus nombres es signo de superioridad y prestigio adoptado. A nadie interesa que Sobeida, la mujer casada y con hijos, que se hizo amante de un narcotraficante, fuese hecha presa.  Lo importante era presenciar el espectáculo tragicómico. Mientras llevaba las esposas en sus muñecas, llevaba consigo una cartera Louis Vuitton, que valía más de diez salarios mínimos. Dicen que la cartera se agotó en pocos días. Las que no podían adquirirla compraron imitaciones baratas o caras.  En fin, la comedia humana del desgarrador espectáculo prosiguió. La aparición de la amante del narco en cada sesión del juicio, era una pasarela.

Era más importante notar y anotar su forma de vestir  que las acusaciones por complicidad en ocultar dinero y posesiones mal habidas. Yo me pregunto, ¿cuánto dinero necesita un narcotraficante para sentirse dueño y señor? ¿Cuánto lujo debe exhibir el amo de pacotilla, hecho a fuerza de la sangre de los que mata y de las vidas destrozadas que consumen su veneno?  Por saber matar y vender sustancias venenosas elevan su ego, y muestran con orgullo las riquezas teñidas de sangre y vergüenza.

La corrupción, pública y privada, se ha apoderado de nuestra sociedad.  La corrupción estatal es algo tan normal que no aterra, ni sorprende, ni avergüenza.  Muchos de los funcionarios corruptos exhiben sus riquezas sin pudor alguno.  Ellos fueron los que llegaron al Estado para asaltar el poder y recuperar con creces las inversiones hechas en las largas caravanas,  en las caminatas de campaña y en la lealtad a toda prueba gracias al silencio cómplice, a cambio de que sus alcancías personales se repleten de dinero, de títulos de propiedades y de bienes.  No les avergüenza crear al vapor compañías fantasma si pueden licitar, con la seguridad de ganar en cualquier negociación. Y vuelvo y pregunto, ¿cuánto es más para esta gente? Su ambición no tiene límites.

Su sed de poder y dinero es inconmensurable, el cielo está muy cerca para sus ansias de acumulación.  Su ambición de tener sobrepasa las nubes.

La corrupción privada también existe. Estoy convencida de que si hay un corrupto, existe un corruptor.  La imagen del hombre del maletín llena de dinero que pulula por los pasillos del Congreso, no es una invención, pero ha cambiado.  No se necesita andar con fajos de billetes. Las cosas hoy son más tecnológicas. Basta con un número de cuenta y una transferencia electrónica bien hecha.  La confabulación de las partes es lo que ha permitido que la corrupción se denuncie, pero nadie acepte la responsabilidad de colocar el cascabel donde tiene que estar.  ¿Cuánto dinero se necesita para tener casas más grandes, mansiones más lujosas, carros más costosos y vestimentas más exageradas y estrambóticas? ¿Cuánto dinero necesitan para derrochar sin control?

Sé muy bien que esta pregunta ¿cuánto es más? es mera retórica.  Mientras las calles de la ciudad siguen agujereadas con hoyos tan grandes que impiden una marcha regular, los responsables de su reparación se conforman con disfrutar el poder y resolver todos sus asuntos personales. ¿Cuántas cenas lujosas más debemos celebrar para repartir los restos, los sobrantes a los pobres que esperan? 

Me avergüenzo de formar parte de esta sociedad vacía,  insolidaria, hipócrita y aberrante. Me avergüenza saber que los niños (¡mi nieto!), el futuro del país,  tienen este espectáculo deprimente como su principal referente.  ¿Cómo podemos enseñarles que la solidaridad es una virtud, y que el trabajo digno, arduo y tesonero es la clave para el éxito? ¿Cómo decirles que es más importante su alma buena que tener muchas riquezas? ¿Cómo decirles que deben respetar la ley, cuando los primeros en violarla son los detentores de los poderes públicos? ¿Cómo decirles que el castigo es la consecuencia lógica de las malas acciones, cuando ellos presencian que el dolo, el robo y el crimen sigue impune en esta sociedad? ¿Cómo defender la democracia y sus instituciones, cuando ellos ven que la independencia de poderes es retórica constitucional?

Por favor, díganme cuánto es más. Díganme si hay límites. Mi alma está triste.  Necesito respuestas. Necesito señales.

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