¿Cuánto falta?

¿Cuánto falta?

Afortunadamente hemos avanzado en gran parte del planeta para poder disfrutar de los cambios de gobierno sin violencia extrema. Los genocidios son cada vez menos frecuentes y se producen en naciones cuyo nivel de desarrollo cultural, político y económico es mínimo; algunas comunidades africanas son un penoso ejemplo. Los gobiernos latinoamericanos, etiquetados como del “tercer mundo” o más eufemísticamente “en vías de desarrollo” –menos peyorativo-, por fortuna, también, casi en su totalidad, cambian sus autoridades por vía del voto mayoritario.

Nuestra nación, cohabitante de una isla caribeña, incorporada a los cambios globales,  ha seleccionado gobernantes en forma democrática y esencialmente pacífica hace aproximadamente 45 años, mejorando su sistema de votación paulatinamente. Sin embargo,  el bipartidismo o polarización de las elecciones, ha condenado a la población a una selección obligada entre dos programas de gobierno y  dos grupos de candidatos que, hasta hoy, no han provocado cambios sustanciales en las condiciones de vida de la mayoría, alternando los responsables de las mismas frustraciones porque no son realmente diferentes los electos y los desplazados, sino expertos simuladores, demagogos inescrupulosos que usan la ignorancia y la miseria de gente que vota “para cambiar” y que luego se percata de que cambió lo malo por lo peor, circunstancias que aprovechan los aspirantes a la reelección para admitir que son malos y acusar  a sus adversarios de ser “peores”.

No hay tercera opción insobornable ni con suficientes partidarios  para ganar unas elecciones. Falta educación, conciencia, perseverancia y abundante dinero para  vencer al bipartidismo y el tiempo necesario es demasiado largo para sentarse a esperar. Si no lo cree, revise los pasados 50 años de nuestra historia y saque sus conclusiones.

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