Cuánto ha cambiado el periodismo criollo

Cuánto ha cambiado el periodismo criollo

En el momento en que inicié mi carrera como periodista, a mediados de los ’70, era un estudiante de derecho que iba por las tardes al periódico El Caribe para desempeñarme como asistente del editor internacional. En ese gran periódico hice amistad con muchos de los más importantes periodistas de la actualidad y además conocí a otros que laboraban en los demás medios de ese momento.

Saber los orígenes de la gente es de las cosas más terribles que uno puede llevar en la memoria. Quizás debería existir algún “programa integrado” como los de las computadoras, que mientras van mejorándose borran el anterior sin perjuicio de las funciones. La memoria talvez debería ser menos taxativa. Pero, ¿cómo obligar al olvido? ¿Cómo dejar de recordar lo que se sabe? ¿Cómo jugar a “yo no estaba ahí, yo no ví nada, si algo pasó no lo supe”, como en ciertas películas de Hollywood?

La cuestión es que en aquella época tan pretérita, uno de los líderes de la opinión pública actual andaba en un automóvil “desconchinflado”, creo que era un Chrysler viejo, circunscrito a escribir opinando de deportes y ocasionalmente de política u ópera.

Ahora este señor ha descubierto el valor y poder del morbo.

Un hombre que era educado y correcto es el rey de la “malapalabrosería” y cuando dice por la radio “a mí lo mío que me lo manden en efectivo” pocos dudan que está hablando en serio.

Otro pasó de reportero a relacionista de un ministerio, donde descubrió las artes de la persuasión con medios ajenos al intelecto, y nunca más quiso ejercitar la mollera sino aplicar la infalible eficacia del “cuartos en mano y fondillo en tierra”. Hoy es una estrella del firmamento mediático criollo, con poder apabullante, pero con la triste circunstancia de que sus pares le conocen y le ven con la tristeza del que cambió su circunstancia por un furgón de lentejas.

Una de las desgracias de la prensa dominicana es que ella misma no se monitorea ni auto-regula, sino que en las pocas veces que algún medio reporta sobre otro es por motivos mezquinos, como ocurre ahora con Noticias SIN, que por haber reportado una vagabundería en Jarabacoa padece los rigores de una “vendetta” mediática.

El público se beneficia pues todo debe airearse, pero cuando los motivos son tan espúreos, ¿cuántas cosas no dejarán de publicarse porque “no conviene”?

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