¿Cuánto hemos avanzado?

¿Cuánto hemos avanzado?

Un día cualquiera uno se pregunta: ¿Hemos sido libres después de la muerte de Trujillo, vivimos en un Estado de derecho, acaso el gobierno respeta, apoya y mantiene un espíritu y una práctica democrática?

Nos quejábamos cuando Trujillo de que el ciudadano no podía ejercer la libertad, actuar en un Estado de derecho, desarrollarse en una sociedad donde pudiéramos vivir sin temor, que es uno de verdaderos derechos fundamentales.

Carecíamos de una prensa independiente, contestataria, libre, capaz de cuestionar todos los entuertos que afectaran personal o colectivamente a los ciudadanos, entonces soñábamos con una prensa responsable que denunciara y hurgara en los males sociales, políticos, económicos, como un acicate para que se corrigieran los problemas derivados del abuso de autoridad.

Ansiábamos que desapareciera el ¿usted sabe quién soy yo? “Lo que ocurre es que ese joven cuya alocada carrera automovilística asesinó a un joven o a un niño, es hijo de…” Pensábamos que cuando saliéramos de Trujillo “muerto el perro, se acabó la rabia.

Trujillo representaba en el escenario nacional la omnipresencia del poder omnímodo de un hombre que, ciertamente, se convirtió en “ley, batuta y Constitución”. Desconocíamos que no sólo bajo una dictadura al pueblo se le secuestran sus derechos.

Comenzamos a darnos cuenta de que sólo hay democracia cuando hay independencia de los poderes públicos, de tal modo que uno sirva de contrapeso a los otros y los otros se equilibren entre sí y frente al primero.

La dictablanda del doctor Joaquín Balaguer, ejercida entre el 1966 y el 1978, permitió que el mandatario se convirtiera en el titiritero que manejaba de manera solapada el Congreso, la Suprema Corte de Justicia y los tribunales ordinarios, además del Poder Ejecutivo.

Los sutiles lazos de la dictablanda son tan elásticos que nos permiten viajar al extranjero, que algunos tengan acceso a escribir para periódicos, revistas, redes sociales, televisión, radio, editar libros, lo que nos hace pensar que somos libres que gozamos del derecho a disentir, pero es gracias a las redes sociales y el Internet que tenemos acceso al pleno derecho de expresar nuestro pensamiento.

Lo peor de la situación política actual es que el secuestro de la democracia no tiene grilletes, ni barrotes, que todo se desenvuelve en un limbo en el cual nos permiten vivir como en una pesadilla endulzada por un caramelo almibarado.

Lo peor es que del poder concentrado en las manos de Trujillo pasamos al poder dividido entre muchos trujillitos de cuya dictablanda debemos sacudirnos, rescatar la independencia del Congreso, el equilibrio en la administración de las leyes, aún es tiempo aunque preparan nuevas formas de robo de las elecciones.

Tenemos que sacudirnos del invisible yugo de la dictablanda. Despertemos ¡aún es tiempo!

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