¿Cuánto poder político es demasiado?

¿Cuánto poder político es demasiado?

Alcanzar el poder es la síntesis del objeto de lo partidos políticos. El armazón de ideas que concitan apoyo colorea las distintas agrupaciones.

La unidad de propósito o coincidencia de intereses motiva a líderes y mueve a las masas. Son “verdades de Perogrullo”, pero ¡cuánta falta hace recordarlas!

Sí, hace falta recordar estas aparentes bobadas porque una buena parte del discurso del PRD y de ciertas entidades de la sociedad civil han estado repitiendo hasta el cansancio un mantra que creen les va a conseguir los votos que de otra forma no obtienen.

El mantra es que “Leonel Fernández ha acumulado demasiado poder” y que ello daña la democracia.

Es un estribillo que, aparte de esconder el dolín que significa que ese poder no lo tienen ellos, busca deslegitimar el buen éxito alcanzado por Fernández en la mayoría de sus propósitos y objetivos políticos.

La mayoría aplastante del PLD en el Senado, ¿acaso no se debe tanto a las debilidades y quisquillas internas del PRD como a la superioridad electoral de los legisladores que fueron electos libremente por la población? ¿No es acaso el objeto de cada partido, dentro de las provincias o municipios en que operan, ganar la mayor cantidad de escaños congresuales o gobiernos municipales? ¿Cómo puede entonces poner en peligro a la democracia el que la población mediante el voto conceda legítimamente el poder a un partido al que prefiere sobre otro? ¿Cómo puede ser anti-democrático el ejercicio democrático?

En la selección de los jueces de las altas cortes, ¿acaso no hubo un proceso sobradamente público y transparente en el que participó todo quien quiso optar por ser designado juez? ¿No están representadas las principales corrientes políticas en la selección realizada?

La oposición debe buscar mejores maneras de persuadir al público: lo del PRD en 2002, arrasar en unas elecciones congresuales, sí que fue bueno cuando les favorecía. ¿Por qué pues ahora lo inverso es malo?

Los intentos de deslegitimación de los actos políticos del gobierno es un asunto peligroso y contraproducente, puesto que nada afloja más los fundamentos de cualquier sociedad que el desconocimiento por parte de actores importantes de la legitimidad democrática.

Hay suficientes asuntos con real fundamento, como las denuncias de corrupción, el auge del narcotráfico o la falta de estímulo suficiente a la creación de empleos, para andar jugando con fuego.

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