El huracán Jeanne produjo grandes daños a la infraestructura y afectó gran cantidad de personas. Esto parece estar más o menos cuantificado. Pero hay un aspecto de los efectos del fenómeno natural que aún no se ha cuantificado o, cuando menos, las autoridades no han informado sobre esto.
Los vientos destructivos, las lluvias torrenciales y las inundaciones cambiaron el paisaje en muchos lugares por donde pasó el fenómeno, sobre todo dentro de parques nacionales y áreas protegidas.
Para los humanos, creadores de civilización, el ciclón es destructivo, pero para la naturaleza el huracán es parte del complejo sistema que mantiene la vida en el planeta.
En los últimos cien años el hombre ha compilado suficiente información sobre la forma que se comportan los fenómenos naturales y ha llegado a la conclusión de que, aún el fuego que arrasa enormes extensiones de bosques, ha sido un sistema natural para el sostenimiento y robustecimiento de la vida.
En la carretera de San Pedro de Macorís a La Romana, en el paso del río Cumayasa, se puede notar a simple vista cómo la naturaleza actúa en estos casos. Allí el paisaje cambió. Jeanne actuó como una enorme podadora, aspiradora y esparcidora.
En los Haitises, el parque nacional más importante de la región Este y fundamental para la producción del agua que alimenta acueductos desde Santo Domingo casi hasta Cabo Engaño, el paisaje también cambió. La simple comparación de fotografías aéreas de meses pasados con las actuales revela esas modificaciones.
Lo mismo se puede hablar de los bajíos de la desembocadura del Yuna y de otras zonas más al norte como Samaná.
Naturalmente, — en estas modificaciones naturales, donde la destrucción y la creación de montañas (infraestructuras naturales) son relativamente frecuentes (en términos de la vida del planeta) y se produjeron desde antes de que el hombre estuviera en la Tierra– se cumplía un proceso a muy largo plazo para su recuperación o restablecimiento.
Es sabido ya, incluso, que estos fenómenos han cambiado el clima del planeta muchas veces, en una especie de ciclo que parece inexorable.
El hombre ha logrado modificar algunos de esos procesos. Es sembrador y usufructúa los recursos por encima de su capacidad de regeneración. Desaloja bosques para usar la tierra en los cultivos que le interesan, incluso trasladando plantas de otros climas y tierras lejanas.
Nuestro país, pero muy en especial nuestra isla, es una de esas áreas del mundo donde en los pasados 80 años se han consumido los recursos naturales al punto de comenzar a crear tensiones sociales.
-II-
Es, por tanto, imprescindible que nuestras autoridades encargadas de la protección del Medio Ambiente hagan una evaluación de las áreas protegidas afectadas y establezcan un programa que permita que el proceso natural y una atinada, planificada y bien documentada intervención garantice la recuperación de esas áreas naturales.
Ojalá que ahora que muchas zonas quedarán maltrechas a algún inteligente funcionario no se le ocurra pensar que es la oportunidad para apropiarse de esas tierras del procomún. Esto ya ocurrió muchas veces en el pasado, por eso lo advertimos.
Es tiempo todavía para producir las acciones necesarias que garanticen la supervivencia de áreas que son fundamentales para el bienestar de la población.