Este país es muy rico, lo ordeñan, lo ordeñan y siempre hay dinero, aunque sea para un grupito. Lo cierto es que hay cuartos, muchos cuartos, los millonarios están por doquier, claro, que los pobres, los miserables, son muchísimos más, sólo que se conforman con unas cuantas ayuditas, como el bono gas, un chequecito, y así por el estilo. Por eso se mantienen calladitos, sumisos, ante tantos escándalos de corrupción.
Realmente, una gran estrategia de mantener a los humildes, ciegos, sordos y mudos.
Lo único malo es que todo ese dinero que disfrutan algunos proviene de deudas externas que empeñan a nuestro país y que finalmente son pagadas por los ciudadanos comunes a través de impuestos abusivos que se reflejan hasta en la compra de un simple pedazo de pizza, en los alimentos, en los medicamentos, sin excepción, en todo lo que consumimos.
Estrangular al pueblo no importa. El Estado necesita tener mucho dinero, lo busca por doquier, pues es necesario mantener contentos y apaciguar la excesiva ambición del grupito que disfruta de salarios elevados de medio millón de pesos y mucho más, amén de las tarjetas de representación de hasta 250 000 pesos adicionales para gastos extras. ¡Qué suerte tienen algunos!, me llenan de “envidia”, pues mi último salario fue de 15 000 pesos, siendo una ejecutiva en un medio de comunicación.
En más de 40 años de periodista, jamás, ni en mis mejores sueños, me pasaron por la mente sueldos tan jugosos que provocaran normal resquemor.
Ahora pienso que yo, que soy tan de iglesia y de rezos, de antiguas y constantes reuniones cursillistas, fui una boba en no crear un grupo de oración que se llamara “Las feas de Dios”, para alcanzar un espléndido trabajo en una institución del Estado, de esas que no le duelen a nadie, que el pueblo paga, pero cuya existencia y finalidades desconocen la mayoría de los dominicanos. “Lo que nada nos cuesta, hagámosles fiesta”. Los salarios de mi grupo de oración serían abundantes, con diezmos espléndidos. Tampoco me olvidaría de sacar chelitos a la pastora del grupo para que continuara llena de espiritualidad su pastoreo con el rebaño de Preciosas de Dios… ¡Cuántas diabluras! ¡Qué graciosas!
Si el Estado quiere pagar a sus funcionarios millones de pesos, entonces, por lo menos, el empleado común debería ganar como mínimo 50 000 pesos. ¡Qué bárbaros!