Cuarto Poder en riesgo

Cuarto Poder en riesgo

Por más de 200 años se ha estado llamando a la prensa y a los medios de comunicación “El Cuarto Poder”. El atributo surge por considerarse que la información publicada constituía el contrapoder de los Poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial del Estado.

Esto fue relativamente válido dentro de algunos regímenes “democráticos”, no así en los gobiernos autoritarios que, a la franca, violaban los derechos humanos y censuraban las escasas libertades. Sin riesgo de equivocación, en República Dominicana, plagada su historia de regímenes despóticos, quizás hubo completa libertad de prensa en algunos meses de los años 1963 y 1965. Los más liberales convivían entonces, minoritariamente, con la tradicional prensa de origen trujillista y oligárquica donde se reciclaban el poder económico y los intereses extranjeros. Luego, ocasionalmente, existieron islotes progresistas y cuestionadores del sistema, que surgían y se sumergían hasta desaparecer para siempre en función de las mareas políticas y las oleadas represivas.

Para mal o para bien, el Cuarto Poder fue por mucho tiempo la forma de expresión de aquellos cuyas visiones políticas y económicas no estaban representadas en los otros tres poderes. Se sumaron a estos esfuerzos, valientes periodistas con el apoyo de algunos propietarios de medios, para lograr que el Cuarto Poder no desapareciera.

En décadas recientes, la consolidación de la televisión como el más importante medio de comunicación, revivió el sofisma de que ver es comprender. La engañosa ilusión de ser espectador de los hechos mientras ocurren, hace creer que se está participando y comprendiendo el suceso. Ahora, la importancia de las informaciones es valorada en función del tiempo que medie entre el hecho y la difusión. El televidente nunca se enterará de lo que quedó en el cuarto de edición. La aparente instantaneidad es la excelencia y permite como ninguna otra forma un adoctrinamiento político constante, invisible y clandestino.

Con el avance de la globalización económica, el contenido democrático y universal para beneficio de los ciudadanos ha ido perdiendo su sentido en los medios. Y se ha ido instaurando una solapada “censura democrática” ejercida al tiempo que adormece. Gracias a los avances tecnológicos, los datos circulan en inconmensurables cantidades, tan infectada de prejuicios que se torna incomprensible e imposible de transformar en información útil y verdadera. Además, esos volúmenes de datos que aparentan veracidad impiden en muchos casos percibir qué aspectos se están ocultando. El ciudadano es saturado con tantos datos dispersos que llega a convertirse en un ignorante de la información verídica.

Al mismo tiempo, el sistema de los medios mantiene un amplio sector de “comunicadores”, generosamente pagados, destinados a escribir lo que los otros poderes necesitan que se pregone. Son especialistas en levitación, en redactar criterios que queden en el aire sin la debida relación con la realidad. Eso sí, en constante complicidad con la politiquería reinante, en gran medida desprestigiada. Entre sí se leen y se congratulan por lo bien que funcionan las bisagras que llevan en el lomo. “Un pequeño grupo de periodistas, siempre presentes, cuyo poder está respaldado por la ley del silencio.

El espacio en la prensa para los artículos de fondo, aquellos que ayudan al lector a comprender la cantidad enorme de datos que llegan, ha ido disminuyendo cediéndole paso a la ineludible publicidad que financia la empresa de comunicación. Mientras, los sutiles controles sobre el espacio que ocupan estos analistas aumentan. La gratuidad por su esfuerzo se ha establecido para la inmensa mayoría de los colaboradores sin que haya otra opción. El único incentivo es el estímulo por sentirse publicado y llegando a ciertos lectores. Dichosos aquellos que pueden mantener por largo tiempo un espacio obtenido por la gracia de los Directores y propietarios del medio, más que por su calidad.

No en balde los sectores económicos y los grupos políticos se desvelan por adquirir el control de los medios de comunicación. En República Dominicana la prensa está todavía en manos de corporaciones económicas y financieras que tienen ahora como socios importantes al grupo que gobernó este país en la década reciente. Así, prácticamente, monopolizan la interpretación de los acontecimientos y la difusión de éstos.

Cuidemos con tino que la prensa nunca deje de ser el Cuarto Poder.

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