Cuatro años no dan

Cuatro años no dan

Bonaparte Gautreaux Piñeyro

Subíamos hacia Caracas por primera vez. Mediados de junio 1963. Acababa de llegar a tomar posesión como Cónsul de la República Dominicana en La Guaira. La autopista me pareció esplendida

De pronto nos sumergimos en un túnel e hice la primera pregunta de la tarde: y esto ¿Quién lo hizo?

Nuestro amigo, el abogado José Antonio de Miguel había vivido en Santo Domingo con su familia, su padre el doctor don Isidro de Miguel vino como exiliado de la Guerra Civil española y a poco se marchó hacia Venezuela.

José Antonio contestó: el que se fue, para no citar el nombre del dictador general Marcos Pérez Jiménez. Antes de llegar a la casa, José Antonio contestó varias veces “el que se fue”. Caracas era una ciudad de casas de un piso techadas de tejas rojas que se extendían en el valle, con la belleza de las amapolas florecidas en Sabana del Puerto.

Puede leer: Así andamos

Eso lo cambió Pérez Jiménez convirtiendo a Caracas en una ciudad; túneles, elevados, centenares de edificios multipisos, distribuidores de tránsito de 7 y 8 niveles, barrios marginados adecentados por edificios de cuatro pisos en comunidades asfaltadas, con agua, energía eléctrica y orden.

En el siglo 19 hubo un tiempo donde el período de Gobierno o la duración de estos era de uno o dos años. Después de la Restauración de la República, todos los generales querían ser presidentes y el pastel no daba para tantos entonces se le ocurrió a un espadón reducir el período de Gobierno.

Realmente, cuatro años no son un tiempo suficiente para que un Gobierno pueda realizar una dos tres obras importantes: enderezar el desastre de la educación, las carencias en la prestación de servicios de salud, el mantenimiento a carreteras, caminos, puentes, canales de riego, es mucho para tan corto tiempo. Dos años aprendiendo a conocer el Gobierno, otro inventando y el cuarto bregando para ganar las elecciones y mantenerse en el poder.

Vivimos inventando para remendar la Constitución en el maniobreo para quedarnos en el poder y buscar privilegios. Aunque sé que nadie lee a nadie y nadie escucha a nadie, porque estamos muy ocupados mirándonos en el espejo, voy a proponer una reforma de la Constitución que contenga algunas novedosas modificaciones: que la elección presidencial sea por seis años, con una reelección y nunca más, si lo reeligen o no. Dividir país en regiones para disminuir el número de legisladores, fortalecer provincias con gobiernos autónomos elegidos con presupuesto engrosado por un porcentaje del pago de las placas de vehículos y de las patentes pagadas por los negocios exis