Cuatro grietas de la historia

Cuatro grietas de la historia

FEDERICO HENRÍQUEZ GRATEREAUX
La Habana, Cuba, noviembre 20, 1991. (Al cuidado de Gizella Ferenczy, Budapest, Hungría). Querida Panonia: Tus papeles han viajado casi tanto como yo; tu compañero Miklós se vio obligado a valerse de un estudiante radicado en Praga para que los documentos, ensayos y fotografías, llegaran a mis manos. 

He comenzado a utilizar los textos del maestro húngaro de tu profesor alemán. Lentamente me hago cargo de todos los esfuerzos que has hecho para que yo disponga de pruebas y apoyos para los estudios del atroz siglo XX. Aún no he terminado de examinar los muchos recortes de periódicos, artículos históricos y cronologías que contiene el sobre que me entregó el joven Ignaz. Creo que debo dar gracias a Dios, con las manos levantadas y el pecho descubierto, por tu adhesión permanente y por el buen juicio con que has seleccionado las piezas que forman el paquete. No se donde estás residiendo en este momento. Escribo al apartado postal de la señora Ferenczy, cosa que ya me había indicado Ignaz cuando tuvimos la entrevista en Budapest. Tu carta me llena de pena. Estoy atrapado en una madeja intrincada que en ocasiones me oprime. Siento dolor por no poder compartir contigo mis descubrimientos. Me gustaría tanto oír tus comentarios, ver tus gestos ante mis nuevas averiguaciones en América.  Sufro al no tener interlocutores que conozcan los antecedentes  históricos que cualquier persona, medianamente educada, conoce al dedillo en Europa del Este. Y sufro mucho más cuando me echo en la cama, en las noches, al regresar de la Unidad de Investigación. Vivo en un extraño hotel del cual, algún día, te hablaré.

Panonia, he descubierto varios hilos conductores que me hacen pensar en la posibilidad de que exista algo que podamos llamar con rigor Historia Universal, un proceso social que alcanza, de alguna manera inexplicada hasta ahora, a todos los grupos humanos, desde Asia y Europa, hasta América y Africa. Para mostrar y narrar esas conexiones necesito testimonios de los actores mismos. Hace dos semanas recibí la visita de un cubano residente en la pequeña ciudad de Bayamo. Por su vía y la de otros de sus amigos, he sabido de una mujer, ya fallecida, a quien le tocó la mala suerte de hacer la ruta terrible de varias revoluciones. Esta mujer nació poco antes de la Primera Guerra Mundial; su madre era rusa; su padre fue un barítono barcelonés con ciudadanía francesa. El barítono trabajaba para la compañía operatica de Leóncavallo, en Europa; al estallar la guerra marchó a los Estados Unidos para evadir el servicio militar obligatorio. Dejó dos niños pequeños en Francia, en medio del conflicto bélico, atendidos por una hermana solterona. Los dos hermanitos tuvieron que ser evacuados por razones de seguridad y por enfermedad de la madre. Marguerite, hija mayor del cantante, llegó a ser una jovencita muy atractiva, que amaba la música sinfónica y los dramas operaticos. En 1917 ella fue “despachada”, junto a su hermano con destino a Moscú. Hizo el viaje en un tren que salió el mismo día que Lenin se trasladó a Rusia a encabezar la revolución que derrocó al Czar. Marguerite salió de Francia, paró en Alemania, donde estaba la madre recluida en un sanatorio; y desde allí, siguió camino hasta Rusia.

Estoy asombrado de que esta señora fuera alumna en una escuela tolstoiana durante algunos años. La guerra civil posterior a la ruina de la monarquía rusa forzó al barítono a gestionar el regreso de sus hijos a Francia. La vuelta de ambos muchachos, con escala en Finlandia, fue una odisea llena de piojos, cuarentenas, “permisos” militares, e incluso “privilegios revolucionarios” concedidos por amigos de Lenin. Creo que siendo una adolescente Marguerite redactó, en lengua francesa, un relato de esa etapa de su vida. El manuscrito es posible que lo conserve una prima de su padre, que vive aún, en un pueblo de la Turena que suponemos es Blois. Tenemos ya el apellido de la prima.  Marguerite, según parece, era dada a escribir memorias; ella entregó a un notario de Santiago la reseña detallada de sus días en la Sierra Maestra y en Cuabitas, en la época en que su esposo fue detenido.  Marguerite murió en Santo Domingo, mucho después de la invasión norteamericana a esa otra isla, en 1965. En este período recurrió a un periodista dominicano, a quien contó los problemas de su esposo en Oriente. Buena parte de su vida adulta transcurrió bajo la dictadura de Trujillo. La historia del hijo secuestrado y de su encarcelamiento en Patagonia, la confió a la discreción del periodista.

Quiere decir, Panonia, que esta desdichada mujer, a quien llaman en Bayamo “la francesa de Santo Domingo”, ha vivido y padecido en cuatro grietas de la historia del siglo XX: la revolución bolchevique y la Primera Guerra Mundial; la gran depresión del año 1929 y la caída de la dictadura del general Machado en 1933; la Segunda Guerra Mundial, después de la huida de Cuba, hizo que fuera tragada toda su familia directa: el padre, la madre, el hermano, los tíos maternos y paternos, tanto en Rusia como en Francia; en los años de la Guerra Fría Marguerite perdió dos de sus hijos; uno en Santo Domingo, otro en Tierra del Fuego o en las islas Malvinas, no lo sabemos a ciencia cierta. Me anima mucho la esperanza de conseguir el texto del diario en francés, de dar con el notario cubano y localizar al periodista dominicano, que conoce la parte final de estas peripecias dolorosas. Podría así completar o reconstruir un rompecabezas debidamente documentado.

Espero, Panonia, no desfallecer absorbido por unas tareas tan abarcadoras. Comentarios sobre tus reflexiones acerca de palabreros y carniceros los tendrás en otra carta Siempre tuyo, Ladislao.

henriquezcaolo@hotmail.com

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