Se demoraron demasiado, fueron más allá de toda lógica y racionalidad. Una buena parte del mundo se sorprendía cómo el liderazgo político del país más poderoso del mundo no se daba cuenta de lo absurdo de una política que por 52 años no brindaba beneficio alguno. Fue necesario que transcurrieran once presidentes por la Casa Blanca. No todos actuaron igual: Ford, en 1975, suspendió las conversaciones secretas con Cuba por el envío de tropas de ésta a Angola; Carter, quien más hizo, abrió “oficinas” en Washington y La Habana, permitió viajes a La habana de cubanos, entre otros gestos, pero no tuvo el segundo mandato necesario para haber avanzado más. Al perder la reelección le faltó un mandato.
Clinton por su parte autorizó compras cubanas de alimentos y medicamentos bajo condiciones muy rígidas: sin financiamiento y pago de una vez. También con él se esperaba que en su segundo mandato avanzaría en las relaciones con Cuba pero obsesionado con los votos de La Florida cayó en la trampa de la Ley Helms-Burton, que él había repudiado, convirtiéndose en el primer presidente que firmaba una ley que limitaba las prerrogativas ejecutivas ya que la misma “codificaba” el 85% de las medidas que componen el bloqueo – que eran administrativas – haciéndolas ley y ahora solo pueden levantarse mediante autorización del Congreso; por eso Obama tendrá que apelar a acciones que puede tomar por decretos. A Clinton, en definitiva, le sobró un mandato. El tema cubano en épocas de la URSS era de seguridad nacional para EE. UU., después pasó a ser tema electoral.
No se puede ignorar que tanto a Carter como a Clinton le hicieron una jugarreta elementos de la extrema derecha interesados en mantener la hostilidad con Cuba y que ahora también se manifiestan airados al empezar a perder su capital político- ideológico. Con Carter “surgió” una crisis en la Embajada del Perú en La Habana con miles de cubanos de toda clase que llevó al éxodo incontrolado del Mariel que Carter identificó como una de las tres causas de su derrota electoral por la reelección. Con Clinton “surgió” el problema de las avionetas que penetraron al espacio aéreo cubano y el derribo de dos de ellas que llevaron finalmente al Presidente a firmar la Helms-Burton. No se descarte pues que se “invente” ahora una crisis para obligar a Obama a frisar las acciones tomadas sobre Cuba. La Habana, a su vez, debe tener en cuenta este peligro y atemperar sus acciones y reacciones a esa realidad. Su estrategia histórica de responder con energía las acciones norteamericanas – base de su supervivencia por más de medio siglo – de hecho también ha facilitado los objetivos de la extrema derecha.
Para comprenderlo a plenitud éste es un tema que requiere mucho más tratamiento. El nueve de junio advertí en esta columna que “algo iba a suceder”. Simplemente seguía la evidencia, como hacen en CSI.