LA HABANA .— La música vuelve a sonar en las calles. Los turistas toman mojitos en las cafeterías junto a la calle. Las banderas ondean en lo alto de los mástiles. Tras nueve días de duelo oficial por Fidel Castro, Cuba vuelve poco a poco a su ruidosa y bulliciosa normalidad.
Cuba es un país donde las aceras sirven como salitas y clubes sociales, pero durante el periodo de luto la gente se quedó sobre todo en casa, viendo la televisión y evitando cualquier apariencia de alegría.
El gobierno prohibió la venta de alcohol y la música en vivo o grabada tras la muerte de Castro, de modo que los cubanos despidieron a su veterano líder casi en silencio. Cientos de miles acudieron a lugares señalados con fotos de Castro como joven guerrillero y libros donde la gente podía escribir sus condolencias y jurar lealtad al sistema socialista y unipartidista de Castro.
«Estuvo muy tranquilo. En un bar, un restaurante, se oía el aire acondicionado», dijo el lunes Janine Jenner, una turista alemana, mientras bebía un vaso de sangría en La Habana Vieja. «Hoy es como si alguien hubiera encendido el ruido en todas partes. Es como que la ciudad ha recuperado el pulso. La gente sonríe más».
El clamor es una constante en Cuba. Música de todo tipo —salsa, reggaeton, pop— suena a todo volumen a todas horas del día. La gente revoluciona motores de motocicletas durante horas bajo las ventanas de sus vecinos o aplastan cientos de latas de refresco para reciclarlas a las 7 de la mañana de un sábado.
Todo ese ruido se silenció de pronto la mañana después de que se anunciara la muerte de Castro el 25 de noviembre. Incluso los sonidos accidentales de la vida, como niños riendo mientras jugaban en las calles o vecinos gritándose, parecieron desaparecer.
La vida empezó a reaparecer el lunes.
Bares y cafeterías volvían a vender alcohol y se vía a cubanos agachados, bebiendo cerveza con discreción o tomando ron blanco barato en cajas pequeñas. Las multitudes de extranjeros que paseaban por La Habana Vieja eran más descaradas, bebiendo cerveza por la calle y bailando con bebidas en las manos mientras las bandas tocaban por primera vez en más de una semana en las cafeterías turísticas.
La gente volvía a saludarse con un «buen día», tras más de una semana de sobrios «hola».
El presidente Raúl Castro, que el domingo enterró personalmente las cenizas de su hermano mayor en una tumba diseñada a partir de un bloque de granito, ha declarado que Cuba aprobará pronto una ley prohibiendo otros monumentos a Fidel, cumpliendo sus deseos de evitar un culto a la personalidad tras su muerte.
No hay indicios de cómo podría afectar la muerte del veterano líder al gobierno de Raúl Castro. El hermano menor se ha ido alejando despacio pero de forma constante del legado de Fidel en sus 10 años en el poder, introduciendo varias reformas de libre mercado y reanudando las relaciones diplomáticas con Estados Unidos.
Fidel arremetió públicamente contra Estados Unidos y el capitalismo en sus últimos meses, pero no estaba claro si sus objeciones tuvieron un efecto concreto en las decisiones de su hermano.
En barrios de toda La Habana, los vendedores callejeros ofrecían sus productos de nuevo tras más de una semana de silencio. El agudo tono de una flauta de pan alertaba a la gente de que el afilador de cuchillos pasaba por la zona. Un hombre vendía bloques de dulces por dos dólares, exclamando «¡Cake de capuccino, 50 pesos!».
La música corriente fue la que más tardó en regresar. Durante un paseo de dos horas por tres barrios de La Habana el lunes por la tarde, un periodista de Associated Press oyó música en apenas cuatro ocasiones, todas a bajo volumen: dos veces procedía de coches parados y dos de ventanas abiertas en apartamentos.
El estudiante de música Maikel Ramírez Ortega suele tocar la trompeta en el Malecón tres o cuatro horas cada tarde. Tras dejarlo durante el duelo, volvió el lunes por la tarde y tocó algunas notas para tantear bajo una pasarela, lejos de la vista del público. No se sentía del todo bien, aunque ya estuviera permitido, dijo.
«Todavía se siente de luto», comentó.
El ánimo aún era sombrío en toda la isla. En la ciudad oriental de Santiago de Cuba, donde se enterraron las cenizas de Castro el domingo, la cantinera de hotel Mailén Fuentes dijo que las cosas aún no se sentían normales.
«Todavía falta tiempo para adaptarnos a la idea de que Fidel no está», comentó. «Uno todavía se siente triste. Está muy reciente».