Cuba sin testigos

Cuba sin testigos

MANUEL A. FERMÍN
Desvergonzozamente la dictadura cubana le añade otra dificultad a su espiritado pueblo. Luchando contra costumbres estalinistas un grupo de valentísimos cubanos organizaron un congreso de disidentes en la isla, para lo cual invitaron a parlamentarios y periodistas europeos que no pudieron estar presentes porque les fue aplicado el método eficaz de los enemigos de la libertad: la deportación. ¿Debe alabarse la decisión por asuntos de soberanía, o debe ser rechazada la repudiable costumbre repugnante de apelar a extrañar a testigos de la desgracia cubana?

Para la dictadura castrista no existen intercesores entre el pueblo embozado y su buró opresor. No hay forma de admitir que día a día todo el que trate de hacerlo es un «mercenario del imperialismo americano», dice el saurio dirigente. Pero lo más interesante es que quienes desafían la intolerancia del régimen, ayer hacían vida social e ideológia con el castrato, pero gracias al aperturismo democrático en la Europa Oriental han despejado esas ideas negativas y de no haber sido por su valiente entrega, jamás hubieran podido estas naciones llegar al estadio democrático.

La figura de Arnold Vaatz, diputado democristiano alemán, antiguo disidente de la desaparecida «República Democrática Alemana», RDA, el senador checo Karle Schwarzenberg, y seis ciudadanos polacos fueron «visitados» a su hotel, le quitaron sus pasaportes y sus billetes de avión y estuvieron retenidos en el sótano del edificio, antes de ser conducidos al aeropuerto. Pero la cacería no se detuvo en los antiguos aliados, sino también, dos políticos del Partido Popular español fueron expulsados de la «isla fascinante» para el señor Zapatero, quien proclama la libertad y la democracia como banderas de lucha en España, sin embargo, actúa como un hipócrita cuando le sirve complaciente como vocero europeo del férreo régimen de La Habana. Así que la España siempre solidaria con los déspotas latinoamericanos y toda la Comisión Europea se expresan sorprendidos del hostigamiento a que son sometidos, no solo los cubanos, sino estos parlamentarios y periodistas, cada día más brutales, y dicen: «éstos no son los pasos correctos que esperamos del gobierno cubano». ¿Podrían haber esperado otro comportamiento? ¡Cuán equivocados están! A pesar de los tremendos esfuerzos internacionales encaminados a combatir el estalinismo cubano, éste sigue apegado cual araña a la política represiva, ejemplo clásico de cómo la propaganda del «pretenso conformismo cubano» admitido, puede desvirtuar la verdadera interpretación de la realidad, en el caso del fidelismo, durante 46 años visto y aplaudido como una suerte de mesianismo mítico. Este hecho ha constituido uno de los grandes errores sufridos por latinoamericanos y europeos, pero quienes lo han visto en forma más sensata, descubren que, con el tiempo, suelen salir a la luz pública las razones intrigantes por lo que han sido decepcionados tantos militantes con el inicio de esa Revolución convertida en agua de borrajas.

El pueblo cubano está en ebullición. Aunque cala el pesimismo que puede dejar sin energía a cualquier combatiente; más cuando se inocula la malicia y las flaquezas propias de un régimen despótico, todo cubano tiene que ponerse de pie ante la violencia persecutoria, a la incontenible ola de sangre vista en las escenas patibularias contra infelices que desean abandonar ese infierno económico, o de aquellos que han sido obligados a la retractación pública cuando no han encontrado la mano amiga que le ampare en sus desafortunadas travesías por los inaprehensibles caminos del mar.

El régimen de Castro carece, por fortuna, de exaltación porque ha esgrimido la mentira; toda esa larga noche del Castrato deberá quedar atrás para vivir libre, aunque sea en la pobreza, y no seguir arrastrando cadenas de opresión en tiempos como éstos, que a guisa de ejemplo, todavía ese régimen caduco ve la computadora como una imprenta que provocaría tal sacudida en el gobierno por la difusión rápida y precisa de la información, que sería preciso controlar. Pero también, donde grupos de empresarios europeos quieren abandonar la isla y el gobierno no paga sus compromisos y se les acusa de exigentes y de ser enemigos del pueblo cubano. Puede decirse, sin temor a exagerar lo más mínimo, que el dictador cubano terminará como uno de los más grandes demagogos de la historia.

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