Cuba, una piedra en el zapato de John F. Kennedy

Cuba, una piedra en el zapato de John F. Kennedy

LA HABANA. AFP. De la Bahía de Cochinos en abril de 1961 a la crisis de los misiles en octubre de 1962, Cuba se destaca en la agenda del presidente estadounidense John F. Kennedy, quien dejó una relación congelada desde hace medio siglo entre Washington y La Habana.

Cuando Kennedy asumió la presidencia en enero de 1961, su predecesor, Dwight Eisenhower, y la CIA dirigida por Allen Dulles ya tenían previsto apoyar una intervención militar de exiliados cubanos para derrocar a Fidel Castro en Cuba.   Kennedy la autorizó con la condición de que no hubiera presencia directa estadounidense y unos 1.400 exiliados cubanos que habían sido entrenados en Guatemala desembarcan el 17 de abril en las playas de la Bahía de Cochinos, a menos de 200 km al sureste de La Habana.

En el mar, ocho cargueros están listos para consolidar la cabeza de puente. Pero los remanentes de la aviación de Castro, bombardeada dos días antes, alcanzan una nave y hunden otra. Los otros barcos se marchan.

En el cielo, los T-33 de Castro derriban a dos B-26 y cuatro pilotos estadounidenses mueren. La aviación cubana pierde cuatro aparatos.

En tierra, el efecto sorpresa es nulo: la invasión era «un secreto a voces», dice el ministro cubano del Interior de la época, Ramiro Valdés, y 200.000 milicianos son puestos en pie de guerra, dirigidos por el propio Fidel Castro.

Los encarnizados combates duran dos días. Privados de apoyo, los «mercenarios» se rinden el 19 de abril. Hay 1.189 prisioneros y 107 muertos en sus filas, y 161 muertos en el lado castrista.

Los prisioneros son exhibidos en la televisión. Cinco oficiales fueron ejecutados, nueve condenados a 30 años de prisión y los otros liberados en diciembre de 1962 a cambio de 53 millones de dólares en alimentos y medicinas.

En La Habana, Castro canta victoria: «Eso es lo que no pueden perdonarnos, que estemos ahí en sus narices, y que hayamos hecho una Revolución Socialista, en las propias narices de los Estados Unidos, dice al proclamar por primera vez públicamente el carácter «socialista» de su revolución.

En Washington es el desastre. «La invasión fue uno de los mayores errores estratégicos de Estados Unidos en el siglo XX, al reforzar el control de Castro sobre Cuba y asegurar la permanencia de su revolución y ayudarlo a empujarla al campo soviético», resumió el historiador Richard Gott.

David contra Goliat. Este acercamiento de Cuba a la Unión Soviética conducirá, 18 meses más tarde, a la crisis de los misiles.

Fidel Castro sigue temiendo a Estados Unidos. En febrero, Washington consolida su embargo económico contra Cuba y la CIA continúa puliendo sus planes anticastristas en el marco de su «Operación Mangosta».

El líder de la revolución cubana mira hacia Moscú para asegurarse su protección. Encantado, Nikita Kruschov logra convencer a Castro de que, más que un simple acuerdo militar, la instalación de misiles dirigidos a Estados Unidos es la mejor forma de disuasión.

En octubre de 1962, aviones espía estadounidenses detectan los misiles en Cuba. Kennedy no puede tolerar la presencia de un arsenal nuclear soviético a 150 km de las costas de Estados Unidos y advierte a Kruschov de la inminencia de un ataque si los misiles no son retirados.

La crisis alcanza su punto culminante del 14 al 27 de octubre, en particular el 22 cuando Washington ordena un bloqueo naval a Cuba y la movilización de 140.000 soldados.

La Habana moviliza en respuesta 400.000 hombres en previsión de una invasión estadounidense. Pero el 28 de octubre, sin consultar a Castro, Kruschov cede y acepta retirar los misiles a cambio de un compromiso solemne de Estados Unidos de no invadir Cuba. Bajo la manga, Moscú obtiene también la retirada de los misiles estadounidenses desplegados en Turquía.

Es una traición para Fidel Castro, que exige el levantamiento del embargo estadounidense, el fin de las actividades anticastristas desde Estados Unidos, el fin de la violación del espacio aéreo y el cierre de la base naval estadounidense de Guantánamo, Cuba.

Esto no impedirá la consolidación de las relaciones entre la Unión Soviética y Cuba durante los siguientes 30 años, mientras Washington abandona efectivamente la opción militar contra Cuba.

Señal de la incapacidad estadounidense para derrocar a Fidel Castro, durante la presidencia de John F. Kennedy, se consagró la figura del líder cubano como un «David» progresista enfrentando al «Goliat» imperialista, con profundas repercusiones en toda América Latina

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