Cuchilladas y sangre en La Voz Dominicana

Cuchilladas y sangre en La Voz Dominicana

Sin duda que resulta extraño el título, porque la pregunta sería: ¿Cómo pudo ocurrir cosa semejante, donde se pregonaban la cultura y el progreso? Sucedió que a don J. Arismendi Trujillo le comunicaron que una de sus pupilas, en uno de los estudios se encontraba en animada conversación, en almibarado coloquio, con su sobrino Radhamés.

El impredecible tío se decidió a finiquitar lo que para él era un idilio. Abraham Santamaría, pensando en lo que podía ocurrir, decidió acompañarlo. A Radhamés no le agradó la forma en que se manifestó don Arismendi. Se levantó de su asiento y se insolentó en forma tal que claro se vio que le iba a ir encima al tío Petán. Santamaría tuvo que agarrar al hijo del “Jefe”. Radhamés experimentó un desgarramiento en la camisa. Al llegar a su casa, doña María la madre vio lo ocurrido y al enterarse de lo sucedido se encaminó pistola en mano hacia La Voz Dominicana. Iracunda llegó preguntando por el director y por el dueño. Por suerte a ninguno de los dos pudo encontrar.

Algunos días después, llegó una noche a la radiotelevisora un desconocido. Se trató de un hombre alto, flaco y moreno, que le dijo al ascensorista que de urgencia tenía que conducirlo a la oficina de Abraham Santamaría. El  ascensorista le explicó que así de sopetón él no podía hacer eso. Que  para subirlo primero tenía que anunciarse al lado, en la mesa de la información. La respuesta del sujeto fue sacar un largo y filoso cuchillo, con la visible intención de agredirlo. El ascensorista le tiró la puerta arriba, y a toda velocidad subió a la tercera planta, a dar cuenta de lo que estaba pasando.

El fantasmal personaje irrumpió en el salón de enfrente, en el “lobby”. Y sin mediar palabra alguna, le propinó una estocada al informador y otra al sargento policial de apellido Hernández. El buen sargento Hernández no tuvo coraje ni para desenfundar el revólver.

El fantasma del cuchillo emprendió rápida marcha por un largo pasillo que conducía al amplio patio. Enseguida un policía de apellido Montes de Oca salió detrás del desconocido agresor. Lo divisó frente a la puerta por donde hacía habitualmente su entrada don J. Arismendi Trujillo. El policía le hizo varios disparos y el  hombre se precipitó al suelo.

De Bonao a la carrera vino el dueño de La Voz Dominicana. Sin duda que realizó las investigaciones correspondientes, a base de sus métodos especiales. Solamente supe que el agresivo hombre era de apellido Angomás. Si don Francisco Villeta y Delgado (Cholo), estuviera vivo, podría decir que doña María siguió “con sus planes”. Y por salvatriz necesidad Abraham Santamaría salió para Colombia, a desempeñar el anodino papel de cónsul en Cali. Mientras “el ilustre Jefe” calmaba los pruritos letales de su bien amada consorte.

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