¿Cuchillo para su garganta?

¿Cuchillo para su garganta?

¡Al fin! Un grupo de legisladores dice que se puso las pilas y va al Brasil a investigar la vinculación real y existente entre la firma Odebretch y funcionarios del gobierno dominicano durante casi 20 años.
La autoridad dominicana se ha limitado, en todo este tiempo a defenderse de acusaciones que tocan a todas las instancias del poder, las cuales están involucradas, según los que repartían el dinero.
Desde Brasil, donde sí se siguen las pistas para establecer la verdad del múltiple caso de lavado de activos, coimas, sobornos, los acusados declaran, dicen, señalan nombres de personas de distintos países como coparticipes del entramado mafioso internacional provocado por los empresarios cariocas, antes de que se seque la tinta viene el desmentido, la negativa.
Dentro del mundo de la mafia se sabe que, en muchas ocasiones, hay culpables y culpabilidades que se auto atribuyen algunos a cambio de dinero, canonjías o cualquier otra ventaja, por ello se ha comentado que se busca uno o dos culpables que se echen la vaina de ir a la cárcel a cambio de impunidad en otros casos con la promesa de que, al salir de prisión, gozarían de los males, que no bienes, adquiridos de esa manera deshonrosa.
La percepción que se maneja en distintos cenáculos, tertulias, peñas, grupos, es de que cuando mucho se buscarán uno o dos chivos expiatorios con el propósito de darle un paño con pasta al zapato de la corrupción, para que brille, aunque sea precaria y momentáneamente.
Para que tengan credibilidad, los acuerdos y decisiones que asuman las autoridades del gobierno, incluidos los altos tribunales, la Procuraduría General de la República, el Congreso Nacional y el Gobierno Central, deben estar dotados de una transparencia absoluta, deben tener respuestas lógicas, coherentes, ciertas, que permitan creer en sus conclusiones.
Por ahora, hay una serie de preguntas que debe contestar la autoridad, cuando dé el veredicto final sobre el caso de los sobornos y sobrevaluaciones de las obras ejecutadas por Odebretch, algunas de cuyas interrogantes me permito adelantar: ¿Se pagaron los sobornos con cheques y documentos notarizados que certificaban el descargo por la suma convenida? ¿Se ha pensado que sin una auditoría de la ejecución de las obras no son creíbles los resultados de la investigación de una sobrevaluación, si no se toma en cuenta el movimiento de tierras, la calidad de las gravas, gravillas, cemento, grosor y cantidad del envarillado, seguridad de operación sin riesgos, garantía de duración mínima del trabajo ejecutado?
Hay muchas otras preguntas, mientras, quedo con el mal sabor de recordar la frase de mi querida prima y comadre Nancy Suazo Gautreaux de Bonó: “eso de pedir justicia, es un chocheo, una cosa de viejos”. ¡Uhhhh!

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