Organizaciones distantes de los liderazgos tradicionales están enfrentadas a un esquema de protagonismos electorales que tiende a marginarlas mientras se cuestiona la abundancia de denuestos y planteamientos escasamente sustentados de los mayoritarios que brillan en una campaña de propuestas atendibles por su contenido pero de aparición tardía y expuestas para llenar formalidades ante un electorado que merecía que desde comienzo hubiera un choque de ideas y ofertas concretas para que el país avance hacia conquistas sociales.
Las adversidades que afectan candidaturas emergentes comienzan con la distribución sin equidad de subsidios estatales porque en teoría los partidos son pilares imprescindibles del accionar democrático y se les debe propiciar autonomía financiera para que dejen de ser blancos fáciles del lavado de dinero para conquistar candidaturas o para montar en ellos quintas columnas que defiendan poderosos intereses particulares.
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Queda dicho que en este momento un chorro de dinero descomunal va, en los hechos, demasiado a favor de entidades de membresías numerosas que sin excepción además reciben apoyo de toda índole desde los poderes fácticos empeñados interesadamente en cultivar con permanencia buenas relaciones con ellos. Además, su paso por el Tesoro Nacional o actual presencia tiende a fortalecerlos económicamente. Una estrategia institucionalizada (la de subsidios) que no se orienta a la conveniencia de incluir nuevas e idóneas participaciones (sangre nueva) en un sistema partidario que se desgasta y pierde aprobación ciudadana.
Por demás, las dirigencias partidarias que alcanzan alargada primacía en el tiempo y tienen casi exclusivamente para ellas el millonario flujo de valores en calidad de subvenciones a costa de los contribuyentes, son a la vez las élites políticas inevitablemente marcadas por sus pasados 63 años de alternadas presencias en el poder: artífices directos o indirectos de los principales problemas sociales que hoy se viven en el país atribuibles en alguna medida a las formas desacertadas de gobernar a esta nación (sangre vieja).
Ataques de progresistas
De activista social en el rol de profesora en que se destacó decenio antes, María Teresa Cabrera saltó recientemente a buscar la presidencia de la República por el «Frente Amplio». En su hoja de vida aparece su lucha en las calles por el 4% para la Educación y desde la Marcha Verde contra la impunidad y en defensa de loma Miranda, amenazada por extracciones destructivas; causas de innegable trascendencia social.
Fulgencio Severino, candidato presidencial por el Partido Patria para Todos, ha usado un verbo para abominar de lo que nunca un partido tradicional va a abominar: del financiamiento que concede el Estado «injusto y arbitrario» en base al supuesto mérito de esas organizaciones políticas de ser mayoritarias. En su proselitismo las ha relacionado históricamente a la corrupción y uso ilegal de fondos públicos. «Modelo político del tigueraje».
Virginia Antares, aspirante al Poder Ejecutivo desde el partido Opción Democrática, ha elevado su voz en reclamo de un sistema de impuestos más justo en obvia actitud a favor de que cese la evasión fiscal aplicando una reforma a la que intolerantemente niegan respaldo sectores poderosos de la economía, en un país en el que hace estragos al Presupuesto la retención de riquezas ejercida desde el gran capital. Se autodefinió recientemente como de centro izquierda en un partido que incluye corrientes que «van más hacia la izquierda» cuestionadora del «establisments».
Carlos Peña, postulado por «Generación de Servidores», promete lo que nunca podría esperarse de la casta política dominicana de tradición propiciadora de un crecimiento lastrante y descomunal de la burocracia: suprimir más de medio gabinete, la más categórica propuesta contra el parasitismo que ha azotado la hacienda pública desde siempre. Si ganara las elecciones sobre el presupuesto dejarían de gravitar como vampiros once ministerios, algo difícil de imaginar, sabiéndose la tradicional voracidad del clientelismo.
Atención a dudas
No obstante, el «Progresismo», considerado doctrina política y social de ondas izquierdosas, fue calificado esta misma semana por la politóloga de nuestro diario Rosario Espinal como inexistente en República Dominicana al menos con fuerza electoral. En su artículo semanal negó que en la presente campaña haya surgido alguna organización política que impulse un programa llamado de izquierda con posibilidad al menos de relativo éxito.
A continuación enumeró las razones: tras ser reprimida durante los doce primeros años de Balaguer, la izquierda dominicana fue eclipsada electoralmente por el Partido Revolucionario Dominicano. «Además las organizaciones de izquierda de esa época no tenían objetivos electorales». Y después del 1978 el marxismo «aplatanado» del Partido de la Liberación Dominicana (PLD) con Juan Bosch a la cabeza no logró captar para sí los descontentos populares.
Al mismo tiempo, estimó que «los pequeños partidos de la izquierda dominicana se han caracterizado por el personalismo, el dogmatismo y la fragmentación» junto con el hecho de que los grandes partidos locales han integrado al sistema clientelar a la mayoría de las pequeñas organizaciones que se han autodenominado de izquierda, participando aliadas para elecciones al PRD, al PLD y ahora al PRM. A su entender, la izquierda criolla perdió incidencia a partir del decenio de 1980.
Diciendo más, Espinal considera que «para forjar una opción electoral de izquierda se necesita que un amplio segmento de la población lo asuma como proyecto alternativo». Entiende también que el desencanto con los Gobiernos dominicanos no se traduce en que emerjan alternativas de izquierda sino de éxodo, pues desde las capas medias de la población lo que hay es mucha emigración hacia Estados Unidos, Europa y otras latitudes y la demografía nacional incluye una extensa capa de haitianos sin derecho a votar y con una miseria que los convierte en carga social sin peso político.
Tendencia Cercana
El llamado giro a la izquierda de las Américas -que exceptúa a República Dominicana desde luego- fue patente con una clara mayoría de Gobiernos de izquierda en la región, observación formulada hace poco por la analista académica española Mariana Sotomayor, lo que la movió a evocar una situación que se dio antes en el llamado «ciclo bolivariano». Apuntó que tras las elecciones en Brasil donde Lula da Silva volvió al poder, 12 de los 19 países de Latinoamérica, dejando aparte el Caribe de habla española, han tenido presidentes de izquierda.
«Por primera vez en la historia , las cinco economías más grandes de la región estaban gobernadas desde ese lado ideológico. A mediado de un año cualquiera Colombia eligió su primer presidente de izquierda, Gustavo Petro, a cuya victoria siguió la de Gabriel Boric de Chile». Y recordó que Latinoamérica conoció una primera ola de izquierda a partir de finales de los años 90, etapa conocida también como «marea rosa». En el decenio de los 2000 gobernaban Lula da Silva en Brasil, Néstor Kirchner en Argentina; Michel Bachelet en Chile; Evo Morales en Bolivia; Rafael Correa en Ecuador, Daniel Ortega en Nicaragua, y José Mujica en Uruguay.
El extremismo falla
La advertencia sobre los riesgos del radicalismo que en estos días publicó con realce el digital acento.com.do incluyó el siguiente párrafo: «en el caso de la República Dominicana las mentes más lúcidas políticamente que en el inicio de nuestra democracia se adhirieron a posiciones extremas terminaron fracasando en sus proyectos políticos y dejando una estela de mártires que bien pudieron, en vida, servir a la patria y ser factores de cambio.»
Aludía a Manuel Aurelio Tavárez Justo, Amín Abel Hasbún, Oto Morales, Rafael Fernández Domínguez, Juan Miguel Román, Francisco Alberto Caamaño, Orlando Martínez y «tantos otros». Y recordó los «beneficios políticos» que logró el PLD cuando abandonó las posiciones de izquierda, herencia del boschismo, y asumió posturas políticas e ideológicas de derecha. «Pasó a ser el partido de la derecha dominicana que recibió apoyo prácticamente de todos los grupos derechistas que eran minoritarios, especialmente partidos formados por exmilitares con posiciones ampliamente conocidas como anticomunistas. Evolucionó ideológicamente para apoltronarse en el poder por 16 años seguidos. ¡Fiesta y mañana gallos!
Pero Acento se refirió además a un radicalismo de otro jaez: «Por eso resulta siempre chocante el radicalismo de ciertos políticos que lanzan discursos tremendistas, acusaciones sin sustento en la realidad, sin pruebas, y piensan que esos ditirambos les darán beneficios electorales para la contienda que tendremos en un mes». Al que le sirva el traje…