La literatura ha de ser vista como una forma de expresión del pensamiento de la intelectualidad social en un período determinado de la historia. Nadie mejor indicado que Juan Bosch para prologar la segunda edición de la colección de cuentos dominicanos recopilada por el reconocido investigador criollo del siglo XX, Emilio Rodríguez Demorizi. De éste dice Bosch en 1977: “Los datos que él ha aportado al conocimiento del pasado nacional han hecho posible, por lo menos en gran medida, que algunos historiadores pudieran analizar detalladamente muchos aspectos de ese pasado, y sin análisis pormenorizado de los sucesos no podemos ver la historia con claridad”. A decir verdad, la selección de la narrativa anecdótica popular dominicana de finales del siglo XIX y principios del XX nos dibujan un interesante perfil de la psicología nacional de esa época. Aparte de entretenernos, el libro nos permite reflexionar alrededor del devenir político social tomando en cuenta la débil base económica en que ha descansado el edificio nacional. Juan Bosch como maestro internacional del cuento literario hace una evaluación de los treintinueve temas seleccionados, pertenecientes a los once autores escogidos.
Dice Bosch de dicha colección: <<En la mayoría de esos trabajos la política queda descrita como una actividad de sinvergüenzas, abusadores y ladrones… ¿Qué base real había para acusar a los políticos de ser sinvergüenzas y ladrones? El hecho de que sólo ejerciendo el poder en alguno de sus muchos niveles podía ascender social y económicamente el bloque compuesto por la baja pequeña burguesía pobre, la pobre, la baja propiamente dicha y algunos sectores de la mediana; y de manera muy especial, las capas muy pobre y pobre de la baja pequeña burguesía no disimulaban sus apetitos y trataban de satisfacerlos sin la menor consideración para nadie ni para nada. En una escala muchas veces mayor y en el más alto de los niveles, en el sistema que ha vivido hasta ahora el pueblo dominicano no se conoce otra manera de conquistar posiciones públicas y honores o de acumular riquezas; y en los años cubiertos por los cuentos del libro de Emilio Rodríguez Demorizi la única industria que les abría sus puertas a los osados que procedían de las capas más bajas de la sociedad dominicana era el poder, y al poder se llega ejerciendo la actividad política. En realidad, lo que se hacía al acusar de sinvergüenzas, abusadores y ladrones a los “generales” y políticos de la época de esos cuentos era llevar adelante, mediante la palabra injuriosa, una lucha de clases que se manifestaba en combates, escaramuzas, tiroteos y ejercicios violentos del poder, pero también en la literatura, aunque los escritores de esos años no alcanzaran a darse cuenta de las causas que los llevaban a decir lo que decían>>.
Es cierto que vivimos en la era digital, ello no implica la desaparición de la lucha entre grupos sociales por el dominio del comando central del Estado. Entienden esos sectores que solamente a través de ese formidable instrumento de poder consiguen cristalizar sus objetivos particulares. Es tarea central gubernamental transformar el aparato estatal en fuente de desarrollo incluyente y armonioso para todos los sectores productivos nacionales.
Fomentemos el trabajo digno, la educación, la salud, la vivienda, el transporte y la seguridad ciudadana para todos.