Cuestionando los subsidios

Cuestionando los subsidios

Subsidiar a los partidos del sistema con dinero de contribuyentes en medio de constreñimientos por pandemia y fuera de períodos electorales, no merece aprobación pública.

Las entidades políticas, como en países en los que la democracia es más funcional, deben autofinanciarse a través del aprecio y el respaldo moral que merezcan y que pueda traducirse en aportes ciudadanos.

Así fue siempre hasta que apareció la dudosa fórmula de la sobreprotección al activismo partidario que suele generar en candidatos triunfantes ansias de recuperar lo invertido en sus proyectos.

No serían pocos los que tienen éxito en facturarle al erario. Por demás, el jugoso diezmo llega en desigual distribución que anquilosa, en favor de los llamados mayoritarios, el desarrollo partidario bajo un criterio que no persigue la pluralidad ni la diversificación de opciones.

Se desprecia a los emergentes aunque se les reconozca peso específico innovador por las ideas que pregonan e historial cívico.

En otros grandes países de libertades, la popularidad de las organizaciones políticas comienza a medirse por los montos que recaudan a través de la simpatía que despiertan en el electorado.

Son esas contribuciones espontáneas las que impulsan los accesos al poder sin desangramientos para arcas estatales que deben estar reservadas mayormente para elevar calidad de servicios públicos, el desarrollo y la inclusión social. Que nadie escape a la austeridad.

Robo de ganado en sus buenas

Si de ordinario las ciudades dominicanas aparecen bajo poca acción preventiva, mayor es la desprotección en áreas rurales para las que no existe visiblemente con fines disuasivos un mecanismo de vigilancia policial en rutas que cruzan parajes y de reacción rápida contra la plaga de cuatreros que ahora pulula entre hatos.

La desaparición de ganado que reportan criadores de zonas importantes da a entender que los abigeos están a sus anchas.

Las propiedades de un sector fundamental de la economía para la producción de leche y carne no puede seguir tan expuesta a malhechores y no debe resultar una tarea del otro mundo captar y proceder contra el acarreo de lo mal habido por sitios generalmente despoblados.

¿Cómo es que pasan desapercibidas las trullas de vacas robadas? Nadie debería mirar para otro lado.

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