Cuestiones de ejemplo

Cuestiones de ejemplo

Cierto erudito, extraño sabio, se dedicó a difundir con toda la simplicidad posible sus cátedras universitarias y sus honestas convicciones, que fueron luego traducidas al español y publicadas por la Editorial Sudamericana bajo el acertado título de “Filosofía, cultura y vida” en 1967, (el título original en inglés era “The mansions  of Philosophy”). Este pensador, Will Durant, insistía en que no las imposiciones, sino los ejemplos son los que surten efectos positivos.

   No se educa un niño o un pueblo mediante reglas y exigencias. Se educa mediante el ejemplo. Dice: “Así como el mejor gobierno es el que gobierna menos, así también la mejor moral es la que menos prohíbe”. Se refiere a la radiación de una sólida conducta moral, auténtica y despojada de caprichos y variaciones malintencionadas. No inamovible, por supuesto, ya que todo se mueve y los cambios considerados “inmorales” en un tiempo “pueden  no ser  sino una transición que marcha a tientas entre un código moral y otro”. Estamos claros en que el hombre oportuno en el momento oportuno crea situaciones extraordinarias en momentos históricos de debilidad, decaimiento y confusión de los ciudadanos de cualquier país, (digamos Hitler, Mussolini, Stalin, Castro, Trujillo, Franco), pero su tiempo y su necesidad pasan sin que la poderosa droga del poder les permita enterarse de la limitaciones de las situaciones que los elevaron y los descartaron.

   Nuestra necesidad actual como dominicanos es que el Gobierno sea ejemplarizante. Que no pretenda una conducta ciudadana que él no observa, ni respeta ni valora; que ni siquiera castiga, aunque se trate de graves delitos.

   El “Dura lex, sed Lex” de los latinos: La ley es dura pero es la Ley, es entre nosotros frase que mueve a lastimosa risa.

   Tenemos que ir más lejos y dolernos de nuestros congresistas, que han convertido tan alto templo de bien patrio (salvo excepciones) en inconcebible mercado de prebendas. Que legislan para su beneficio con un descaro que desconcertaría a Fouché, cuyos saltos, astucias y manejos parecen brillantes travesuras de niños ante la desfachatez, impudor y cinismo primario de estos tipos que el pueblo eligió para que lo representara, protegiera y mejorara.

   Me agrada mucho la idea de que un grupo de ciudadanos de comprobada honestidad y deseo de servir tengan poder para bien legislar, para exponer las necesidades de la gente de su conglomerado, de sus representados y de los que directamente no lo son.

   Sería magnífico que las demás altas autoridades de la nación, retribuidas con salarios adecuados que impidan las picadas ponzoñosas de los requerimientos familiares que se pueden solucionar con dinero, puedan dedicar sus preocupaciones a problemas extrafamiliares, extrapersonales. Al interés nacional.

  ¿Sueños vacíos?

  Pero si no soñamos, si no anhelamos, si no denunciamos situaciones envenenadas, estamos aceptando blandamente males que pueden ser disminuidos, si bien no anulados.

    Ningún gobierno dentro de ningún sistema político es, ha sido o puede ser perfecto, simplemente porque no somos perfectos.

    Pero puede ser mejor.

    Ejemplarizando.

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