Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos y orad por quienes os persiguen. Mateo 5: 44
Amar al que nos hace daño es una ordenanza del Señor, pero nuestro corazón tiene que estar sano, libre de todo rencor y de todo pasado; esto permitirá que el Espíritu Santo nos llene del amor de Cristo para poder ver a nuestros enemigos como los ve Jesús.
Jesús los ve con misericordia y compasión, mirando lo que se mueve a través de ellos y que los hace prisioneros del mal. Por tanto no debemos ensañarnos contra ellos, sino pedir para que sean libres y se rompa el yugo que los tiene en esa condición.
Demos amor y demostrémoslo orando por todos lo que se han levantado contra nosotros, haciéndonos la vida imposible y difícil; porque la mayor fuerza que debilita el mal es el amor.