Cuidado con “la lógica”

Cuidado con “la lógica”

Un “pensador” de Santiago aseguraba que la luna es más  importante que el sol, pues ésta alumbra de noche, que es cuando hay oscuridad. Ocurre, que cada cabeza es un mundo y no son pocos los que tienen la suya propia “lógica”, incluidos los seres menos dotados de entendimiento, pero  a quienes les sobra orgullo, tanto como para no importarles el hecho de que sobre las reglas silogísticas existe gran acuerdo.

Es más fácil ser suspicaz y desconfiado con la lógica ajena que con la propia. Pero debería bastar con saber que hasta el más ignorante y despistado suele creer que la suya es la que vale, para que seamos más escépticos y cuidadosos con la propia, y tener menos arrogancia en lo que respecta al crédito que le damos a nuestras ocurrencias y raciocinios.

Hay personas que, debido a su inteligencia y  su talento, están cargados de argumentos, sapiencias y convicciones, como también de  justificaciones y racionalizaciones  y, desde luego, demasiada “lógica”. Me preocupan esos  “estudiosos” que con gran desparpajo señalan en cuales cosas está Dios equivocado y las otras en las que ha sido injusto; con lo que, en su propio juicio, vienen resultando más sabios y justos que Dios.

No vacilan en tratarlo  con desdén, y hasta como contradictorio y absurdo, por lo que, con poco esfuerzo y en “buena lógica”, concluyen que tal Dios no existe. De acuerdo a Salomón, para iniciarse en la carrera de sabio, que es un oficio aún más elevado que el de filósofo, hay que ser humilde de vocación y tener un cuidado reverencial, casi temeroso, hacia el objeto de estudio. Tener cero orgullo y ningún compromiso con cualquier otra cosa que no sea la verdad; o al menos, con la objetividad, que quiere decir, respetar al objeto, para no deformarlo en nuestro intento de hacerlo entrar en nuestra mente, o poniéndole de mi yo a lo que estando fuera de mí es objeto y no sujeto.  

Sin humildad y desprendimiento no hay ciencia, y sin actitud reverente no puede conocerse a Dios ni alcanzar sabiduría.

En eso hasta el mismo Salomón anduvo perdido una buena parte del tiempo en que las vanaglorias y los placeres lo comprometieron y lo confundieron.

Conócete, pues, a ti mismo, decía un sabio griego, puesto que si no sabes los límites y alcances de tu unicidad, nunca darás buena cuenta de ti, ni de los demás, ni  de la realidad que te rodea.

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