Cuidado con el término  “valores”

<P>Cuidado con el término  “valores”</P>

“Los reyes de la tierra se revelan; los gobernantes se confabulan contra el Señor y contra su ungido. Y dicen: ¡Hagamos pedazos sus cadenas  y librémonos de su yugo!”. Salmo 2.2

En los albores de los 1900,  se hizo patente que el modo de ver y entender la vida y la realidad social, dependen  grandemente de la clase y la experiencia social de cada persona. Experiencias de vida diferentes suelen producir puntos de vistas y valores prácticamente inconciliables.

Hubo gran acuerdo en que para organizar el debate sobre moral y valores, era necesario descartar todo dogma o trasfondo religioso. Para 1910 había en Inglaterra más de cien iglesias éticas, no religiosas. La idea era proveer a las sociedades de una moral basada en las ciencias naturales y en las recientes ciencias sociales.

Fue entonces muy atractivo para el mundo moderno hablar solamente de valores, como cosas con existencia propia, entidades autónomas, que nada tenían que ver con Dios. Emerson, en Norteamérica, Ingenieros en Suramérica, Hostos, en nuestra región, por ejemplo, propusieron la educación laica, la moral sin dogmas.

La iniciativa fue exitosa en las sociedades capitalistas, que confiaban que el progreso de la Ciencia, la Tecnología y la Economía generarían un ordenamiento social cuya lógica produciría, de un modo natural, la moral social;  los marxistas tenían la idea similar de que el desarrollo socialista produciría,  naturalmente,  los valores de orden, justicia y solidaridad social.

Detrás de ese afán por cosificar los “valores”,  estaba la vieja rebeldía de deshacerse de la autoridad de Dios. Y, desde luego, de los dictados de la Iglesia de  Roma y de la manipulación que de las religiones habían hecho tradicionalmente los poderes  establecidos.

En ese contexto fue fácil lograrlo. Pero después del fracaso del comunismo, del neoliberalismo, del evolucionismo  y de otras concepciones “progresistas”, humanistas o naturalistas, no parece ya sensato para los cristianos, hablar de valores sin referirse forzosamente al único Plan valedero para la humanidad: el Plan de Dios.  Un valor sólo es tal, legítimo, si encaja en su Plan; fuera de este no hay valor posible. Valor es sólo lo que nos ayuda a hacernos más semejantes y afines a Él;  lo que nos hace amarlo y no temerlo. El temor de Dios es, desde luego, el mecanismo de seguridad que Dios mismo proveyó para disuadirnos de salirnos del Plan.

Hablar de valores fuera de ese esquema puede ser desorientador, pues crea la ilusión de que nuestros deseos y aspiraciones podrían tener sentido sin referencia al Creador.

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