Cuidado con la clase media disgustada

Cuidado con la clase media disgustada

Algunos dirigentes políticos  al parecer no se percatan del gran desencanto existente dentro de la clase media, entre los que se cuentan: médicos, odontólogos, psicólogos, ingenieros, abogados, economistas, contadores,  empresarios, técnicos, comerciantes, empleados privados, etc., quienes necesitan urgentemente señales de que aquí no todo está perdido en materia de rescate de nuestros verdaderos valores, pero sobre todo en cuanto a la corrupción e impunidad en todos los sentidos.

Gran parte de esos segmentos, que trabajan y se sacrifican para desarrollar determinados proyectos familiares o personales, están viendo frustrados esos sueños por las dificultades que desde las esferas del poder se  interponen en sus caminos, pero sobre todo, porque  mientras se esfuerzan por lograr un nivel de vida que les garanticen cierta estabilidad a su familia y ven que todo se les deteriora o se imposibilita, muchos de los que  conforman los círculos de poder político, crecen y crecen sin mayores esfuerzos.

No son pocos los que cada día muestran inconformidad con nuestro sistema político, muchos de los cuales podrían pasar a   incorporarse al grupo de los que lo dan todo como perdido, fundamentalmente si no ven señales claras de que es posible corregir estos males que lamentablemente se convierten en endémicos.

Esas actitudes de malestar e indignación manifiestas, no son exclusivamente contra el gobierno a quien indudablemente le cargan gran parte del fardo de la situación que vive el país, sino que su malestar va más allá.

Es una respuesta de inconformidad motivada por la fragilidad del sistema, que permite hacer y pasar, sin que buena parte de  las cúpulas den manifestaciones de indignación tal, que les sirva de guía de que todavía hay esperanzas.

Y aunque todavía  mantienen vivas las esperanzas de que es posible corregir algunas de las cosas que les hacen perder el entusiasmo, de no vislumbrar  voluntades firmes para ponerle coto a la situación de descomposición social y moral, pero igualmente en la búsqueda de mecanismos que den garantías de seguridad ciudadana como igualdad de condiciones  y oportunidades a participar en las diferentes actividades, estas  se irán perdiendo de manera acelerada.

A pesar de que los partidos mantienen solidez y sus candidatos despiertan  simpatías, especialmente el caso de Hipólito Mejía, que desde la oposición está logrado sincronizar los descontentos populares con la esperanza de un futuro mejor, muchas personas con criterio propio y que no dependen de la actividad política, pero que tienen conciencia de que el Estado es fundamental para un desarrollo pleno y equilibrado, mantienen reservas frente al sistema, porque las realidades y las frustraciones los están convirtiendo en Santo Tomás, que quieren ver hechos fehacientes.

Muchos jóvenes se están incorporando a la actividad política, pero si no encuentran respuestas rápidas a sus inquietudes,  podrían sumarse a los que habiendo perdiendo la fe,   junto a las masas populares irredentas,  contribuyan con su fuerza juvenil a cavar la tumba de un sistema que luce incompetente e indolente.

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