En los últimos tiempos, voces acusadoras vienen formulando censuras contra las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional, algunos de cuyos integrantes se han vinculado con presuntas asociaciones con el narcotráfico, la delincuencia y la canalla.

Debe diferenciarse la paja del grano, los militares y policías que deshonran el uniforme y la misión sagrada que juraron defender, y los que se acogen a los postulados honrosos que son referentes de lo excelente.

También debe entenderse que tanto los miembros de las FF. AA. y la PN, como todo el contexto de la burocracia estatal y del sector privado, son tentados por los diablillos insomnes del lucro, las costumbres reñidas con la moral y las leyes, como acontece a todos los seres humanos.

La diferencia consiste en quienes sucumben a las tentaciones y los que prefieren trillar el sendero de la honestidad y referencia alta, versus los que desertan de los principios sanos.

El hecho de que algunos militares y policías se marginan de lo correcto no es ni debe ser pábulo para generalizar, y pretender poner en el banquillo de los acusados ni en la tablita de picar carne a todos por igual y orquestar una campaña de descrédito contra estas instituciones medulares de la República y de todo país.

Las FFAA y a PN, junto con la Iglesia Católica, son las tres instituciones que han perdurado desde el nacimiento de la República, con algunos lapsus interrumpidos las dos primeras, avasalladas por el hegemonismo del imperio que nos intervino en 1916-24 y 1965-66.

El empeño de todos empujando hacia un solo lado hombro con hombro consiste en insuflar aliento y respaldo a los intentos que acciona el presidente Leonel Fernández para diafanizar a los institutos armados y policiales, nunca prestarnos a formar una comparsa irresponsable de cacería de brujas contra estas dos instituciones troncales de la República.