¡Cuidado!
Los niños sufren…

<p><strong>¡Cuidado!<br/>Los niños sufren…</p></strong>

Si pedimos a un adulto -cuyos padres no tuvieron un matrimonio feliz-, que describa los recuerdos de su niñez, es probable que escuchemos historias de tristeza, confusión, falsas esperanzas y amargura. Sus padres pueden haberse divorciado, o haber sido esas de parejas que sólo seguían juntos «por el bien de los niños».

No importa si una pareja está casada, separada o divorciada, cuando una madre y un padre muestran hostilidad y desprecio el uno hacia el otro, sus hijos sufren. Esto ocurre porque el desarrollo de un matrimonio -o un divorcio- crea una especie de «ecología emocional» para los niños.

Así como un árbol se ve afectado por la calidad del aire, el agua y el suelo en su medio, la salud emocional de los niños está determinada por la calidad de las relaciones íntimas que los rodean.

Sus interacciones como padres, influyen en las actitudes y logros de sus hijos, la capacidad para regular sus emociones para llevarse bien con los demás. En general, cuando los padres se preocupan y se apoyan mutuamente, la felicidad emocional aflora en los hijos. Pero los niños que están constantemente expuestos a la hostilidad que existe entre sus padres, pueden toparse con riesgos que ni siquiera son capaces de advertir.

Los niños educados por padres cuyos matrimonios se caracterizan por la crítica, la posición defensiva y el desprecio, tienen muchas más probabilidades de mostrar una conducta antisocial y agresiva hacia sus compañeros de juego. Tienen mayores dificultades para regular sus emociones, concentrar su atención y calmarse a sí mismos cuando se sienten perturbados.

También el «maltrato emocional » recibido por un niño puede manifestarse en problemas de salud, que pueden ir desde tos y resfríos, hasta llegar a cuadros de estrés crónico.

Aunque esto puede resultar perturbador para los padres que están experimentando un conflicto matrimonial, hay esperanzas. La primera y más importante lección que una pareja de padres debe aprender es:

No es el conflicto entre los padres, en sí mismo, lo que resulta tan perjudicial para los niños, sino la forma en que los padres manejan sus disputas.

A menudo, las discusiones y  enfrentamientos dejan a los padres demasiado agotados y disponen de menos tiempo y energía para dedicar a sus hijos. Estar presentes, desde el punto de vista emocional, ayudándolos a enfrentar los sentimientos negativos, escuchándolos y guiándolos durante los períodos de estrés familiar, hace que los hijos se sientan protegidos contra muchos de los efectos perjudiciales de la agitación familiar, incluído el divorcio.

El divorcio no es necesariamente lo que perjudica a los niños, sino más bien la intensa hostilidad y la mala comunicación que puede desarrollarse entre madres y padres, ya que puede continuar aún después del divorcio.

Las formas adecuadas de abordar los conflictos entre padres, pueden ser aprendidas por ellos mediante una correcta «capacitación emocional», un amortiguador probado contra los efectos perniciosos de los conflictos matrimoniales y familiares.

Al carecer de modelos que les enseñen cómo escuchar con empatía y resolver los problemas en forma cooperativa, los niños siguen el libreto que sus padres les han enseñado, que afirma que la hostilidad y la actitud defensiva son respuestas adecuadas , que la gente agresiva consigue lo que quiere. Los padres, cuyos matrimonios son insatisfactorios, ofrecen un mal ejemplo a sus hijos sobre la forma de relacionarse con los demás. Los niños que son testigos de la agresividad, beligerancia o desprecio de sus padres entre sí, tienen más probabilidades de mostrar esta misma conducta en sus relaciones con sus amigos.

No hay ninguna duda de que los niños se sienten afligidos cuando son testigos de las peleas de los padres. Sus reacciones varían entre el llanto, quedarse inmóviles, tensionados, taparse los oídos, esconderse (o por lo menos taparse los ojos, creyendo que así dejará de existir tan terrible escena).

Incluso los niños más pequeños reaccionan ante las discusiones de los adultos con cambios fisiológicos tales como el aumento del ritmo cardíaco y la presión sanguínea. El estrés de vivir con el conflicto de los padres puede afectar el desarrollo del sistema nervioso autónomo de un pequeño, el cual determina la capacidad del niño para resolver problemas.

Los hijos de las parejas muy conflictivas obtienen calificaciones más bajas. «La gran tragedia educativa de nuestro tiempo es que muchos niños están fracasando en la escuela, no por problemas intelectuales o físicos, sino por sus «desequilibrios» emocionales, producto del ejemplo emocional que reciben en el seno de sus hogares.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas