En el presente contexto, es laudable alternabilidad interrumpida durante 56 años consecutivos de nuestra democracia; mérito atribuible a lideres y gobernantes. Y a una sociedad que ha puesto freno a sus desenfrenos.
También motiva reconocimiento nuestro crecimiento del PBI, 15 veces superior al 1966, dejando de crecer pocos años, ante situaciones excepcionales. Pero no debemos dormirnos en esos laureles.
Venezuela y Chile fueron naciones que sirvieron de referencia, y contribuyeron, al restablecimiento de nuestra democracia, decapitada dictadura trujillista. Sin embargo, sus democracias recularon bajo posteriores embates dictatoriales. Chile sufrió golpe de Estado de 1973 por Pinochet y aún no se repone de esa dictadura.
Venezuela sufrió en los 90 revuelta popular contra ajustes para corregir distorsiones económicas por engreimientos petroleros, ejemplificando interrelación democracia y economía. Junto a la corrupción que vició bipartidismo venezolano, surgió Chávez con su socialismo siglo XXI; ensombreciendo democracia y descalabrando economía.
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Los “Tigres de Asia”, naciones del sudeste asiático, crecían significativamente desde los 60. Inversionistas atraídos por ese crecimiento se endeudaban en dólares e invertían en monedas locales tras alta rentabilidad. Repentinamente, se retiraron de Tailandia y su banco central quedó sin reservas. Cundió pánico e inversionistas de toda la región hicieron lo mismo, drenando reservas monetarias y colapsando economías asiáticas. Estas experiencias llevan a no deleitarnos en nuestra democracia y economía.
Debemos cuidarlas de desenfrenos presentes: Analizando comprehensivamente realidades y propiciando actuaciones consecuentes, dentro perspectivas justas y objetivas; evitando retratos interesados, concebidos para engaños publicitarios precedidos de autoengaños.
El cuido incluye resistir exigencias de incondicionalidad demandada por detentadores de poderes formales o fácticos, de ritualidad impuesta por establishments; exigencias conspiradoras contra los beneficios de formular sanas advertencias potencialmente aprovechables por gobernantes.
Y ponderar críticas de quienes no están comprometidos con ortodoxia predominante, consecuente con evaluación racional de aciertos, yerros, imprevisiones y omisiones. Resulta imperativo sostener y perfeccionar democracia y economía absteniéndose de derrochar optimismos ilusorios, potencialmente frustratorios, expresamente concebidos para concitar simpatías o congraciarse con escenarios inmediatos.